El amor en tiempos de hologramas. Silvia Veloso

Akihiko sale del metro, apura el paso y sube las solapas de su abrigo. El otoño está siendo frío en Tokio y comienza a llover. En cuestión de segundos la vereda se llena de paraguas abiertos que obligan a la gente a redefinir las distancias. Akihiko aún debe cruzar las pasarelas bajo la autopista y caminar varias cuadras para llegar al bar Ishinohana. No es un local cualquiera. Años atrás, Akihiko vio en la televisión a Anthony Bourdain tomando un cocktail en ese subterráneo de Shibuya. Por eso lo ha elegido para ‘la gran ocasión’.

Akihiko se detiene y se resguarda en el alero de un portal. No quiere que la lluvia salpique y manche sus zapatos. En la página web del Ishinohana dice muy claramente que se exige vestimenta apropiada. Prohibidas las gorras de baseball. También advierte que no se sirven shots, tragos cortos ni submarinos. De ningún tipo. Las reservas deben solicitarse con por lo menos una semana de anticipación. Son las normas de la casa. El Ishinohana es un bar clásico y elegante. A Akihiko le hubiera gustado llegar en taxi para bajarse justo en la puerta del local. Pero resultaba muy caro. Un costo demasiado alto y no tan necesario para añadir al ya exagerado presupuesto de ‘la gran ocasión’ que Akihiko calcula hasta el más mínimo detalle en una planilla Excel secreta. Hace más de tres años que ahorra.  

En el bar, el maître lo ha conducido con mucha cordialidad y protocolo a sus dos taburetes reservados en la barra. Akihiko saca una urna que lleva dentro de una bolsa y la coloca a su lado sobre el mostrador de madera. Un bartender impecable y ceremonioso se acerca ofreciéndole la carta. Son cientos de cocktails, pero Akihiko sabe muy bien lo que va a pedir. Un Claudia. El mismo trago que Bourdain bebía en su programa de televisión. La luz es tenue. El local pequeño, íntimo y acogedor. Akihiko está contento. Su elección ha sido perfecta.

Al cabo de varios minutos, el barman regresa y pregunta si desea ordenar o si espera a alguien y prefiere aguardar su llegada. Akihiko contesta que ya sabe. Y mientras oprime suavemente un botón de la urna, le pide al garzón ‘un cocktail Claudia para mí, por favor, y para ella un enchufe’. Ante la cara de sorpresa del barman Akihiko sonríe: ‘era broma’, dice, ‘no lo necesita, viene con la batería cargada al cien por cien’.

Al pulsar el botón, dentro de la urna de vidrio ha aparecido el holograma de Hatsune Miku, la famosa cantante virtual de largo pelo color turquesa. Akihiko la mira feliz con ojos arrobados. Enseguida se inclina sobre la barra y le dice al barman al oído: “he venido hoy aquí a pedirle que se case conmigo. Tengo los anillos. Si Miku me dice que sí, seré el hombre más feliz del mundo’. Flotando dentro de la urna, Hatsune sonríe tapándose la boca con las manos y cerrando los ojillos dando a entender con pícara timidez que sabe pero no sabe lo que Akihiko trama. El barman, acostumbrado a las peculiaridades de algunos clientes, sonríe con complicidad. Él mismo es fan de Miku, ha ido incluso a alguno de sus multitudinarios conciertos, aunque por ahora todavía prefiere a Keiko, su novia de carne y hueso.

Bastidores y glosario para entender este romance:

Akihiko Kondo. 35 años. Vive en un suburbio de Tokio y trabaja como administrativo en un colegio secundario. Otaku (fanático adicto al manga y al animé) desde la adolescencia. Por tal motivo sufrió bullying y varias decepciones amorosas. Tras esas traumáticas experiencias emocionales, dejó de relacionarse sentimentalmente con mujeres. Declara estar enamorado de Hatsune Miku desde hace 10 años y nunca haberle sido infiel.

Hatsune Miku. Personaje virtual. Software de voz digital para sintetizadores y creación de canciones lanzado en 2007 a partir de samplings vocales de la actriz y cantante Saki Fujita. Debido al éxito del software, la compañía Crypton Future Media encargó al reconocido ilustrador de manga Kei Garou, diseñar un personaje para encarnar la voz de Miku. Garou creó una adolescente de eternos 16 años con larguísimas coletas de color azul turquesa. Desde su aparición, la popularidad de Hatsune ha ido en constante aumento y es considerada un fenómeno de impacto cultural. Hasta la fecha, se han creado más de 100.000 canciones a partir de su voz. El personaje ha participado y protagonizado diferentes series de manga, animé y videojuegos y ha sido objeto de tesis doctorales. Tanto en Japón como en Estados Unidos, realiza conciertos en vivo ante miles de fanáticos. En estos recitales, Miku aparece sobre el escenario como un holograma acompañada por una banda de músicos reales. También ha actuado en el estelar de la televisión norteamericana Late Show with David Letterman. El último y exitoso producto relacionado con Hatsune Miku es su versión Gatebox.

Gatebox. Compañía japonesa de hardware y software desarrolladora de asistentes virtuales similares a Siri de Apple o Alexa de Amazon. Sin embargo, los dispositivos de Gatebox pretenden ir un paso más allá de la voz y las meras funcionalidades prácticas. Bajo el lema ‘Living with characters’ (viviendo con personajes), su intención es dotar a sus asistentes de una apariencia antropomórfica y proporcionar compañía a sus clientes a través de personajes con los que puedan interactuar y crear lazos, vínculos y compromisos emocionales. Las propuestas de los robots domésticos holográficos de Gatebox no tienen el aspecto de la sensual Joi de Blade Runner 2049, aun así, la demanda de sus productos se ha disparado. Además de Hatsune Miku, disponible desde marzo de 2018, Gatebox ha desarrollado a Hikari Azuma, una novia o esposa virtual de 20 años ataviada con delantal cortito, medias rayadas hasta medio muslo, anillo de compromiso y voz dulce. A Hikari le gustan los donuts y el animé, detesta los bichos y su sueño es convertirse en una heroína para confortar a las personas que trabajan duro. Estas compañeras virtuales pueden encender o apagar las luces de la casa, despertar a una hora determinada, mirar a los ojos a su interlocutor, intercambiar mensajes cariñosos vía WhatsApp, saludar amorosamente a su compañero cuando regresa del trabajo, reconocer rostros y movimientos y percibir una sonrisa. Según Akihiko, estos personajes también tienen la ventaja de nunca envejecer, no discutir y ser eternamente fieles. El precio de los dispositivos Gatebox es de 2.600 dólares.

Algunos números. Estudios realizados en 2016 por el Instituto Japonés de Población y Seguridad Social, señalan que el 42% de los hombres y el 44% de las mujeres entre 18 y 34 años son vírgenes (un 8% más que el mismo estudio realizado en 2010). Entre los solteros, 70% de los hombres y 60% de las mujeres, no mantienen ninguna relación. Un gran porcentaje de ellos ni siquiera la busca. El mismo estudio prevé que en las próximas dos décadas, 1 de cada 3 hombres será soltero o célibe de por vida.  

De momento Gatebox no tiene una versión masculina de sus hologramas encapsulados para el público heterosexual femenino. Existe sí un prolífico y amplio mundo de juegos de role-playing (otome) para vivir aventuras amorosas virtuales con personajes animé masculinos. Según algunos expertos, las motivaciones y expectativas que llevan a hombres y mujeres a involucrarse con el amor virtual difieren bastante. En esta industria, la mayoría de los personajes femeninos responden, en los productos desarrollados para ambos sexos, al modelo Hikari de mujer: naïve, complaciente y sumisa, pendiente de satisfacer en todo momento a su compañero, al que muchas veces se dirigen llamándole ‘master’. Mientras, los amantes más demandados por las mujeres atraídas por los juegos del mundo otome, son los maltratadores, sádicos y posesivos al estilo del narcisista Christian Grey de las 50 Sombras. El campo para la especulación y las hipótesis sobre las curiosas preferencias de cada sexo queda abierto para la polémica.

¿En qué punto del triángulo que grafica la teoría del amor de Sternberg debería situarse la pasión de Kondo? ¿Qué papel juega la ambivalencia en una relación con un ente programado para complacer sin condiciones? ¿Diría Freud que la objetofilia es algún tipo de fetichismo paranoico? Lacan, para quien el amor es una ilusión de posesión en el imaginario que intersecta lo real y lo simbólico, hubiera disfrutado teniendo a Akihiko recostado en el diván de su despacho. Para ir más allá, lo mejor será preguntar a mis amigos psicoanalistas.

En 2007, David Levy, maestro internacional de ajedrez e investigador interesado en la evolución de la inteligencia artificial, publicó ‘Love and sex with robots’. Según el autor, para 2050, los humanos tendrán sexo con robots y el matrimonio con androides estará legalmente reconocido.

 Ya hoy, la injerencia de la tecnología intrusiva, la opresión del trabajo, el aislamiento y quizá, sobre todo, la baja tolerancia al fracaso y a la frustración, dificultan cada vez más la posibilidad de establecer relaciones. Ante ese vértigo de soledades, donde la compañía, los vínculos y el compromiso parece que importan más que el sexo físico, el mercado del amor virtual comienza a ser una opción para muchos y ya mueve bastantes millones de dólares, o de momento, sobre todo de yenes.

Aunque sin validez legal, Akihiko se ha anticipado a las predicciones de Levy en varias décadas. Aquella fría noche de otoño, Miku aceptó la propuesta que Akihiko le hizo en el bar Ishinohana de Shibuya. La boda se celebró el 4 de noviembre de 2018 con una gran fiesta para cincuenta invitados. Ningún familiar de Kondo asistió a la ceremonia. Según la planilla Excel secreta de Akihiko, la celebración costó 18 mil dólares. Los novios recibieron un certificado de matrimonio sacramentado por Gatebox. Unos días después, el chico nerd, el otaku víctima del bullying y del desprecio de antiguas novias y compañeras de trabajo de carne y hueso, aparecía en el New York Times, en The Guardian, en CNN, en el Post. Junto a la ya Señora Kondo, Akihiko posaba sonriente para el mundo declarando a los cuatro vientos su ilusión por llevar a Hatsune de luna de miel a Sapporo en febrero. Ante los medios, aprovechó la ocasión para proclamarse miembro de una minoría sexual que pide sea respetada y para infundir valor y coraje a quienes quieran seguir su misma opción.

Gatebox tiene más de 3.000 solicitudes de certificados de matrimonio. Amazon declara que, en 2017, más de un millón de personas se dirigieron a su dispositivo Echo proponiéndole a Alexa que se casara con ellos. Se dice que Calígula nombró senador a su caballo favorito. Cuentan que Nicola Tesla vivió enamorado de una paloma. ¿Raro? ¿Chistoso?

¿Qué nos legitima a criticar o burlarnos del amor? Pero sobre todo, ¿qué sabemos nosotros de los abismos de la soledad?

+ Silvia Veloso (Cádiz, España 1966). Es autora de los libros Sistema en caos y Máquina: la educación sentimental de la inteligencia artificial’ (2003, finalista del Premio Macedonio Palomino, México, 2007) y El minuto americano (2009). Algunos de sus textos aparecen en la compilación Gutiérrez de A. Braithwaite (2005) y Pzrnk: Alejandra, nenhuma palavra bastará para nos curar, ensayo y traducción al portugués de poemas de Alejandra Pizarnik,  Instituto Interdisciplinar de Leitura Cátedra UNESCO PUC, Rio de Janeiro (2014). En 2017, el proyecto ‘Relato de los muros’ fue exhibido en forma de instalación en la XX Bienal de Arquitectura (Valparaíso, Chile). Socia de Barbarie, pensar con otros.