Weichafe, de Marcelo Leonart: las historias de Chile. Juan Rodríguez

Podríamos pensar en la ficción como ese tiempo y espacio en el que no rige el binomio verdadero-falso. Por ejemplo: un mapuche, un “weichafe” aparece sin explicación en el living de un departamento; allí están la pareja dueña de casa y una amiga; la intempestiva visita les cuenta una confusa historia, su huida tras un atentado incendiario. Hay vino y marihuana. Y de repente nos vemos envueltos, con más dudas que certezas, en el conflicto chileno-mapuche, ese que copa nuestra atención cuando se trata de la Araucanía.

¿Qué haríamos si una noche se nos aparece en el living ese problema que no es nuestro, pero sí lo es? Weichafe (Tajamar), la novela más reciente de Marcelo Leonart (Santiago, 1970), obliga a hacerse esa pregunta. De hecho, podría ser descrito como el libro de las preguntas sobre dicho conflicto. Y entonces, como el libro de las preguntas sobre Chile, la república, su historia, su presente… su eterno presente: confuso, incierto, hecho de versiones que a veces se complementan y a veces se niegan o no calzan, pero que de todos modos hacen avanzar el relato: el del libro y el de Chile.

Weichafe es una novela de recuerdos alternativos, todos tormentosos, como las muertes del matrimonio Luchsinger y de Matías Catrileo, y los respectivos juicios; también la muerte de Hernán Canales, atropellado por Martín Larraín. Pues, en algún punto, todo tiene que ver con todo: “Porque las historias que contamos y que nos cuentan siempre son reflejos de otras historias. Y en eso nos las pasamos. Viviéndolas. Contándolas. Escuchándolas. Inventándolas”, explica el narrador.

¿Cómo se cuenta la historia de Chile? ¿Quién la cuenta… la historia, las historias? Esas son otras tantas preguntas que obliga a hacerse Weichafe. “Hay un agujero negro en el relato”, leemos. Y entonces este es un libro de historias de Chile, construido en torno a ese agujero, o quizás dentro de él. Es una ficción en la que se cruzan las historias de Chile, las preguntas. ¿Por qué y para qué murió el matrimonio Luchsinger? ¿Por qué y para qué murió Matías Catrileo? ¿Por qué y para qué 150 años de violencia? ¿Por quién y para quién? Y ya que en medio de esto hay juicios, extraños juicios: ¿quién juzga a quién?, ¿cómo se juzga?, ¿quién es condenado?, ¿quién queda preso y quién no?, ¿y por qué?

“Desconozco —reconoce el narrador— cuál es el orden en el que tengo que contar los hechos reales que originan y han ido impregnando, a través de la escritura, las historias y las escenas contenidas en este relato”. Sin embargo, el orden importa poco cuando el producto es siempre el mismo, a saber, la violencia que es la de la historia y las historias, la de la construcción de las naciones; “otra noche violenta en la violenta historia de la tierra mapuche”.

El weichafe que aparece en ese living santiaguino arruina lo que iba a ser una noche de conversación y risa. “Nada de eso había sido posible. Nada de eso porque, gracias a ese weichafe que apareció sin explicación en el medio de nuestro living, todo se había torcido de una manera alucinante e inexplicable”. Que apareció sin explicación, podemos imaginar, tal como lo hicieron los españoles y luego los chilenos en lo que hoy llamamos Araucanía; o como lo hizo el disparo por la espalda que mató a Catrileo, o las llamas que quemaron a los Luchsinger, o el auto, manejado por Larraín, que mató a Canales para torcer todo de una manera alucinante e inexplicable. Y aunque el narrador —ese ser más allá del bien y del mal, de la verdad y la mentira— nos advierta en un momento que “ya suficiente hemos tenido con la literatura”, es justamente lo contrario: nunca es suficiente, porque ante el agujero negro de lo inexplicable lo único que tenemos es la literatura, que es intempestiva, como la historia.  

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Un día después de terminado este texto, la historia siguió, en Ercilla: Camilo Catrillanca murió asesinado por un balazo en la cabeza en medio de un “operativo” del llamado “comando jungla”, una unidad antiterrorista de Carabineros, entrenada en Colombia, para operar en un país —Chile— donde no hay terrorismo ni jungla, y que en este caso fue desplegada para recuperar unos autos robados. ¿Ya suficiente hemos tenido con la literatura?

 

Weichafe

Marcelo Leonart

Tajamar, 2018.

203 páginas.

$13.900.

 

+ Juan Rodríguez M. (Santiago de Chile, 1983) estudió filosofía y trabaja como periodista en el suplemento Artes y Letras del diario El Mercurio.