No muy lejos ni hace tanto, acompañando a un conductor, adentramos una camioneta hasta donde se pudo. Hasta quedar varados y quietos. Se puede salir de una caja y entrar en un cajón. El Cajón del Maipo por ejemplo. Puede uno tenderse en una ladera. Hacerlo hasta que las piedras molesten demasiado. Hasta ahora, han sido inútiles los intentos por desenterrar un par de ruedas. Los carteles que reflectan las indicaciones, se pierden ilegibles en brumas, pero yo quisiera que no se vieran ni un poco. La nieve me llega desde los tobillos hasta el cuello y mis dientes brillan como barreras. Fantaseo, conozco las nieves blandas que te comen hasta las rodillas. Caer sobre aquello y hundirse, desapareciendo del paisaje, volverse invisible estando presente, con un cortaviento naranja como salvavidas. Un sueño.
Siempre nieva en Santiago. Muy seguido. En todas las épocas del año. A ratos se les ve a todos muy gachos. Como si cargaran materiales o sacos con granos. Como si la nieve hubiera posado un volumen sorprendente sobre cada uno. A todos les ocurre en distintos momentos, todos tenemos un mal día, o un mal periodo, o una mala vida. Mi refrigerador es curtido en el arte de cuajar el agua. Me aprovecho y a veces abuso de su talento, lo dejo ocioso bajándole grados a la nada. Nunca me he acurrucado en la hielera. Nunca me he congelado, solo he estado a punto de morir de frío. En Mendoza, una vez, hinché las pelotas en boletería, hasta conseguir un pasaje frente al ventanal despejado e inmenso en la primera fila del segundo piso. Y aquello fue caer en la geografía calándose. Blanco y gélido por no tener con qué cubrirse. Achicarme y enrollarme en la bufanda, eso intenté. Aterrizar en la costa, fue como rodearse de piñas y mangos.
Leningrado estuvo sitiada 900 días, la historia es conocida pero debería conocerse más. Yo hibernaría apenas seis meses, como un oso Grizzly. Me acostumbraría al frío, a que el frío ocurra mientras me escondo en un hueco. La historia de los sujetos que quedaron varados en un auto. Tiene un comienzo, un desarrollo y un final virtuoso. Un impulso original los hizo alejarse de las calles, salir de la ciudad por más cerca que fuera. En el trayecto comieron empanadas y churrascas, bebieron vino de la botella. También escucharon música y se sorprendieron con las vistas. El final es hermoso, sin poder avanzar ni retroceder, se durmieron abrazados a la luna que era inmensa.
Si la cabeza se congela antes que el corazón. ¿Seguimos pensando en algo? Me lo pregunto en serio. Si nos abandonáramos de la manera que sospecho y cayéramos después de marcar algunas huellas ¿Levantarse sería un descubrimiento? Pienso que sin prender la estufa nos procuramos con ingenio un cuerpo cálido. La luz esta fabulosa, encandilan los techos. Los desagües en las cornisas son pequeños cauces. Los monos blancos arrojan las zanahorias al suelo porque las detestan. Cuánto absurdo puede verse en un sueño febril acompañado de un Tapsin caliente. A veces no me abrigo ni un poco y me arde cada centímetro. Me fundo de pura ansia. No sé cuál es la naturaleza de las cosas que veo, pero sé que no se trata de fantasmas ni son totalmente invenciones. Veo formas todo el tiempo, cayendo como un manto blanco en tantas partes. En mi pupila por ejemplo, corre una catarata transparente y turbia. Y no se disipa nunca.