Imágenes latentes en el documental Tierra sola
Si me preguntan ¿De qué se trata Tierra sola? La verdad es que no sabría bien qué decir; y es que tampoco importa demasiado. Como diría Susan Sontag en uno de sus textos emblemáticos, más que buscar una hermenéutica, deberíamos apelar al erotismo de la forma que existe en cada tipo de arte. Hace más de un mes, me inscribí en el Taller de Crítica de Cine que imparte la Cineteca Nacional. Con disciplina de monje, me despierto todos los sábados a las 8:45 para ir a Moneda en bici. Llego y ahí empieza el otro momento estoico de mi sábado: los compañeros figurines. Todos quieren hablar; todos quieren decir quiénes son, a qué se dedican, qué opinan. El penúltimo día tuvimos que presentarnos, y uno por uno, la profesión se repetía: “soy periodista, yo soy periodista cultural, estudié periodismo, soy periodista y trabajo en el Ministerio”. Chucha. Me toca: “soy literata”. Silencio en la sala.
Tierra sola (2017) es el primer documental que veo de Tiziana Panizza, directora y guionista chilena. Este film es un híbrido que oscila entre el ensayo visual y el documental; conjuga distintos elementos referentes al carácter poético, mirada intimista y al uso de archivos de video grabado entre 1940 y 1970 en el territorio Rapanui. Cada uno de estos recursos, se combinan durante los 90 minutos que dura la película.
La articulación principal que da vida y mueve Tierra sola, ocurre en el ámbito del recuerdo; el pasado y el presente de la isla se instalan simultáneamente como si se tratará de un mismo instante atemporal. Entre las propuestas que presenta este ensayo visual, está la elección de una voz epistolar y poética insonora; una carta que se escribe en la imagen que el espectador ve sitúa la historia desde el ámbito del recuerdo. Y es que el tratamiento audiovisual de Tierra sola es evocador: imágenes sucias grabadas con super8, planos generales, uso de videoarchivo, son dispositivos estéticos que amplían el espectro narrativo. Estos ingredientes se unen, como si fueran parte de una gran receta exótica; el azúcar es necesaria, también la sal.
Creo que esta disonancia de elementos, que en una primera instancia no juntan ni pegan (azúcar con sal), genera células cancerígenas de rechazo en un tipo particular de espectador. “Este documental no se trata de nada”, “esa voz poética es falsa”, “lo que importaba era si se construiría o no la cárcel en Isla de Pascua” eran los comentarios que hacían algunos de mis compañeros periodistas. Yo, la verdad, es que no entendía ese afán de querer develar el contenido de un ensayo audiovisual de carácter experimental. Porque la construcción y el lenguaje que utiliza Tiziana Panizza en Tierra sola, no es clásico ni fue creado para cumplir los 12 pasos del viaje del héroe. Y está bien. Existen distintas categorías para hablar de documental, no solo el informativo.
Las sensibilidades son múltiples, pero nuestra relación con esas sensibilidades necesita de una percepción abierta para leer un texto, una imagen o un sonido. Las imágenes de este ensayo audiovisual, aparecen como un espejismo ante la retina del ojo; bajas la guardia, sientes la sed y en consecuencia de ello, ves un gran lago. Solo así, se nos presenta la latencia de las imágenes que vemos en la Tierra sola de Rapanui.