lJuan Rodríguez M.
Son tantos y es tan repetido el patrón de protección y complicidad corporativa, que los casos de abusos sexuales en la iglesia católica chilena ya no cabe llamarlos así, casos, sino política: lejos de ser una anomalía, es una cuestión orgánica, tal como el abuso de poder y el genocidio son connaturales a las dictaduras y los totalitarismos. Hay quienes dicen que toda relación entre seres humanos es una relación de poder, que ese no es el problema, sino que lo es cuando la asimetría entre dos sujetos es de tal grado que el poder deviene dominio. Esa la impresión, sino la certeza, que queda tras leer Rebaño (Planeta), el último libro del escritor y periodista Óscar Contardo: que los abusos sexuales en dicha iglesia son el resultado de una política, y más precisamente de una política de dominio. ¿Cómo podría no haber dominio en una institución donde la asimetría es fundamento?
El título completa la trilogía que Contardo inició con Siútico, donde auscultaba el clasismo chileno; y que continuó con Raro, donde hacía lo mismo con la sexualidad y en particular con la homofobia nacional. Así lo explicó el propio autor en su perfil de Facebook: “Lo hice (el libro) pensándolo como la tercera parte de una trilogía sobre el poder y el daño: la primera fue Siútico, centrado en la clase y la segunda Raro, enfocado en el sexo. Rebaño es un libro que describe el poder de la religión institucionalizada y el de los hombres que la representan”. Una trilogía, podríamos decir, sobre el dominio y el abuso.
Rebaño comienza con un revelador paralelo entre la masiva y eufórica recepción popular que tuvo la visita a Chile del papa Juan Pablo II, en 1988, versus el opaco paso de Francisco I en enero de este año, con recintos menos que a medio llenar, un país que siguió funcionando como si nada y, claro, la patética presencia y defensa de Juan Barros. Si uno suma a eso datos como que las vocaciones sacerdotales caen, que quienes se dicen católicos son cada vez menos, y que los líderes de dicha iglesia se la pasan tratando de controlar daños, podríamos ver a la iglesia católica como un gigante que se derrumba, pero cuya gran sombra sigue proyectándose sobre nuestras vidas. Y es que, como muestra Contardo, la iglesia es un país del que somos parte incluso si no somos creyentes, una institución que se mete con nosotros, aunque nosotros no nos metamos con ella: desde el divorcio al aborto, pasando por el matrimonio igualitario, la identidad de género y la educación sexual son solo las intromisiones más obvias. Por eso es importante el libro de Contardo, porque ayuda a conocer Chile, porque ayuda a conocernos —tal como lo hacen Siútico y Raro.
Contardo investiga los abusos sexuales en la iglesia, cuenta casos (especialmente el del salesiano Rimsky Rojas, un abusador en serie), revela la complicidad y la protección corporativa de jesuitas y otras congregaciones cuando uno de los suyos es acusado. Sin embargo, describir Rebaño como un libro sobre abusos sexuales sería reducirlo a una casuística que no ahonda en lo dicho al principio: que no estamos ante casos, sino ante una política, ante un poder corrompido en dominio, ante la expresión de una cultura. Pero Contardo sí lo hace, ahonda, ausculta, examina e intenta comprender la institucionalidad que es causa de los abusos: sus prácticas, su lenguaje, su lógica y, por qué no, su espíritu. Y la psicología de los hombres que constiuyen esa institucionalidad, pues hablar de una política y una cultura no excusa a los individuos, a los abusadores y a quienes los protegen, al contrario, convierte sus delitos en crímenes organizados. Contardo intenta darle sentido, entiéndase bien, no justificar, sino darle sentido a lo que, si miramos desde afuera, y nos quedamos en los casos, no tiene sentido: ¿por qué hay padres que no se cuestionan la demasiado íntima relación de un hombre adulto con adolescentes?, ¿por qué personas adultas revelan sus problemas personales, renuncian a su autonomía y, cual niños, piden guía a hombres que son tan humanos como ellos?, ¿por qué la reacción típica de la iglesia católica tiende a justificar y compadecerse del victimario y culpar a la víctima?
Contardo, a partir de los hechos, descubre la lógica del abuso, y gracias a ese descubrimiento también hace que nos demos cuenta de nuestros prejuicios. “Las ideas preconcebidas sobre el tema —escribe— tienden a concentrarse en los detalles de un ataque específico de una persona sobre otra. Un acto limitado que empieza y termina en el tiempo en que un cuerpo es presa de la voluntad de otro cuerpo. También suelen subrayar que las víctimas sufren ‘la ausencia de un padre’, sugiriendo que quienes son educados fuera de una familia son más débiles. Nada de eso se cumplía con Vargas. Su historia sobrepasa con mucho esa idea preconcebida y sitúa el abuso en un terreno viscoso que atrapa al abusado, disminuye sus capacidades, aplaca su voluntad y lo sumerge en una angustia paralizante. El relato que me hizo sobre su relación con Rimsky Rojas tiene justamente esa consistencia espesa y pegajosa que mezcla admiración, fe, miedo y placer”. Y entonces uno ya no se pregunta, por ejemplo, por qué el abusado no se defendió, por qué no le contó a nadie o por qué se demoró en denunciar; ni siquiera si el problema será o no el celibato. No. Uno se pregunta ahora cómo podrían no ocurrir abusos en un mundo así, cómo podría un pastor —si lo desea— no disponer de su rebaño. O dicho de otra manera, ¿los abusos son un problema de la iglesia católica o el problema es la iglesia católica, ese reino en el que la obediencia y la fe ciega son virtudes?
Rebaño
Óscar Contardo
Planeta, 2018, 256 página, $13.900