Raras utopías verdes. Ileana Elordi

Un jardín frutal en pleno desierto sería una utopía fallida ¿Quién querría plantar manzanas, chirimoyas, paltos o higos en pleno desierto de Atacama?

Hay impulsos gloriosos que podrían llevarnos a la ruina. Porque lo más probable, es que ninguno de esos árboles frutales se daría en zonas áridas. Hacer esto sería un despropósito, pero no por no tener frutales, el desierto deja de ser sorprendente. Al entrar a un salar, se puede agarrar una roca de sal con la mano, por ejemplo, y verla tan transparente como un cristal. Y así es como de alguna manera se entiende a la sal. Y después al verla adentro de un envase diminuto, puede pensarse en su formación bajo la tierra.

Nos gusta ver las cosas en sí mismas, saber de dónde vienen. Y por eso nos preguntamos por los procesos detrás de las objetos: los talleres, las fábricas, las receta de cocina o las formaciones acuosas que riegan los árboles frutales. En la mayoría de los lugares se venden cosas, pero nada se puede ver. Todo el proceso está fuera de la vista, en otra parte.

Querer ver la roca de sal desde un envase podría ser también un tipo de utopia. Y como cualquier utopía, es también un estado mental atravesado por un deficit. Porque si ya vivimos en un mundo sofisticado, manejado bajo un estado centralizado y con un sistema monetario digital, quizás las nuevas utopías tengan más que ver con la pérdida de la abstracción. Pensar que los objetos se vuelven transparentes, o se muestran como son. Una utopia más tenue quizás, alcanzable a ratos, y que trata de acercarse a una relación concreta con las cosas que ya existen.

Las utopías son solo un mundo celeste e inalcanzable, perfecto y cerrado en sí mismo. Es curioso constatar que muchas veces si extendemos lo que queremos hasta el infinito tampoco arribamos a la utopía perfecta. A veces ni en la imaginación se puede tener todo, e incluso lo que queremos empieza a chocar entre sí. / La libertad puede volverse un acto de egoísmo. La justicia puede chocar con la compasión. El deseo de algunos puede ser la pesadilla de otros e irónicamente, a veces incluso nos fascinan los defectos de otras personas.

Toda utopía es de cierto modo fallida, pero lo importante es que desde ahí se mira hacia afuera y, viendo ese otro lugar, se va. Es una especie de fermento que trata de realizarse, y así, paulatinamente se vuelve un asunto pragmático.

“La Imaginación es un lugar donde llueve”, dicen. Y si el desierto se sigue ensanchando, quizás las utopías ténues sean una opción para evitar la frustración. Hacer que el agua corra por donde tiene que correr. Y en cualquier momento, la utopia puede volverse reversible, y sin darnos cuenta, de pronto alcanzar algo que todavía ni siquiera se imagina.

 

 

Foto: Ai WeiWei, Fountain of Light