Se acabó la fiesta. Eso anuncia la revista Time en la portada de la edición que circulará el próximo dos de diciembre. Junto a esa frase, la palabra elites formada por globos dorados desinflándose, se precipita en caída libre hacia el suelo. Time juega a menudo al oráculo de impacto con los mensajes que coloca dentro del característico rectángulo rojo que enmarca su portada. Su forma de leer la actualidad la ha mantenido como una publicación de referencia durante sus casi cien años de historia. Puede ser que sus aciertos se deban a su olfato periodístico y a la calidad de muchos de los colaboradores que han pasado por su redacción, pero tal vez no sea más que un instrumento para difundir la hoja de ruta y la pauta de lo que ya se ha sacramentado “en las cocinas”.
En los últimos dos años, Time ha cambiado de manos varias veces. Primero pasó del Grupo Warner a Meredith, un gran conglomerado de medios vinculado a los oscuros hermanos Koch, empresarios de ultra derecha conocidos por apoyar y financiar desde la sombra las agendas del neoliberalismo más radical. Apenas un año después, en septiembre de 2018 el billonario Marc Benioff compró la revista por 190 millones de dólares. Benioff es uno de los popes de Sillicon Valley, su perfil es progresista y dista mucho de los sombríos hermanos Koch, pero su filosofía no se aparta de la creencia en los negocios como gran plataforma para cambiar el mundo.
No hay duda de que hoy nos encontramos en una encrucijada. El neoliberalismo radical de capitales financieros desregulados que comenzó a partir de los años 80 y patinó en 2008 debe estar llegando a su fin. Los movimientos que en Francia, Líbano, Chile, Haití y Colombia ya han salido a la calle evidencian que la ávida concentración de la riqueza ha provocado una brecha de desigualdad insostenible y que el neoliberalismo no podrá continuar sobreviviendo en sus excesos. En esa aceleración globalizada, la crisis climática también ha entrado en escena como una urgencia insoslayable y los analistas señalan que el futuro de los liderazgos geopolíticos, la economía y el poder pasan ya por la inmersión que la revolución tecnológica digital tendrá en todos los aspectos de la vida. Benioff no es el primero. Gran parte de los actores pesados del sector tecnológico ya están moviendo ficha y tomando los medios.
La imagen de la portada de Time pasa en estos días viralizándose por las redes y tal vez pueda leerse como un síntoma esperanzador de cambio que recoge y reconoce el espíritu de las demandas y el hartazgo que se manifiesta en las calles en muchas partes del mundo. Pero quizá esos globos dorados desinflándose y el fin de fiesta sólo sean el mensaje sutil que una élite le envía a otra anunciándole que ha llegado el tiempo para el cambio de mando.