Avistamiento de palomas. Pablo Sheng

En la vida hay dos cosas que me han dado miedo, ambas públicas y vinculadas con la experiencia de las caminatas. La primera, que ya superé, corresponde a las estatuas. Recuerdo pedirle a mi mamá que nos alejáramos del diámetro que ocupaba la estatua frente al Teatro Municipal, pensaba que en cualquier momento cobraría vida y nos íbamos por el miedo a que los materiales de bronce y concreto se movieran y nos atacaran. El otro miedo, que aún no supero y tiene que ver con la experiencia de pasear, son las palomas. He intentado todo, terapia, regresiones, correr y atraparlas, pero persiste algo, pánico y vértigo al enfrentarme a una, quedarme tieso.

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Enfrentarse a las palomas solo es una experiencia de tránsito, de moverse. Pero también puede darse en espacios cerrados: mi abuela hacía aseo en un edificio, la acompañaba y allí, al parecer, comenzó el miedo. En el shaft de basura había nidos de paloma, huevos, un par de pichones. Ver unos pájaros despellejados, chiquitos, con una falta tremenda de ternura, y la basura, caca mohosa y acumulada en ese espacio estrecho. Siempre he temido que un pájaro entre por la ventana, se desespere por salir, se estrelle contra el vidrio de la ventana y muera. No sabría qué hacer con su cuerpo. ¿Lo dejaría tirado? ¿Que mi gato se encargue aunque probablemente sea peor?

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Esto hay que superarlo. Cumplí 24 años y aún mantengo el pavor. He pensado que la única solución de enfrentar el miedo es con un proyecto urbano, algo que entrampe la fisonomía del centro, su arquitectura colonial y decimonónica: un monumento que se refleje y choque con la estatua ecuestre de Pedro de Valdivia, que sea de bronce y más grande, que sea una estatua de la paloma santiaguina. Una estatua que asimile todo lo que sucede en la Plaza de Armas: evangélicos, migrantes, ajedrez, prostitutas, comida rápida, el metro, los turistas chinos, el tráfico de drogas, la catedral, las peluquerías. Quizá la paloma solo sea el mismo vértigo de las ciudades. Por eso el miedo. Por eso también propongo que realicemos avistamientos de palomas, que hagamos registros, videos, fotos, nos entrevistemos. Hacer de Santiago un palomar que obstruya la Plaza de Armas.

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El libro Fantastic Architectur (Primary Information, 2015), editado por Wolf Vostell y Dick Higgins, lleno de ideas arquitectónicas monumentales, expresadas en collages, ocupaciones, esculturas, poemas visuales y fotos, por distintos artistas Fluxus, como Claes Oldenburg, Joseph Beuys, Carolee Schneemann, Richard Hamilton. El libro plantea una interrogante sobre la función de los monumentos, porque, en rigor, ¿qué son? Para una arquitectura fantástica, el monumento simplemente sirve para inspirar con una estructura, para despertar algo en la conciencia, pero Fluxus va más allá: debe ser la resistencia. Entonces el monumento de las palomas en la Plaza de Armas debe ser un monumento rebelde al de Pedro de Valdivia.

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Según el escritor Felipe Reyes, la caca de paloma es ácida y causa que los gobiernos gasten millones en detergentes y quita manchas, tanto que sus desechos deterioran los monumentos históricos de las ciudades. Otro problema que observa Reyes es sobre la sobrepoblación de la paloma, cuya reproducción tranquilamente sería de ocho veces al año, y también comenta sobre los veterinarios que han desmentido el mito de la paloma infecciosa, llena de virus, enfermedades y garrapatas. Reyes se da cuenta que las palomas se han amoldado a las ciudades y cualquier debate sobre su eliminación sería obtuso. Pero yo, hasta hoy, siempre estuve del lado de la eliminación. Mi postura ha cambiado. Preferiría fundir acero para rendirles monumento, antes que siguieran apareciendo esos patos de hule enormes en las lagunas de la ciudad. Aunque el miedo persista, creo en la forma de vida que ofrecen.  Y cabe la posibilidad que este proyecto sea una exageración urbana. No hay monumento más tangible que la paloma raspando nuestras cabezas al caminar por las plazas. No hay otro monumento como el hombre de 90 años que pide plata y salta la cuerda afuera de la Catedral. No hay otro monumento como los entretechos húmedos de caca de pájaro. No hay otro monumento que los palets con fruta y verdura mala que sobra de La Vega y a toda la fauna que alimenta. No hay otro monumento más que el lugar adonde van a morir las palomas.

 

+ Pablo Sheng (Santiago, 1995), escritor, fue becario del taller de poesía de la Fundación Neruda, obtuvo el Premio Roberto Bolaño de novela los años 2016 y 2017, publicó Charapo (Cuneta, 2016) y escribe para Revista Santiago.
+ Imagen: Proposed Colossal Monument for Thames River de Claes Oldenburg.