Si Dios existe debiera caer un meteorito/ del tamaño de Villa Alemana en Villa Alemana/ No he visto un asunto más ordinario que este: salir con un dj que tiene un porsche pero en vez de ir cabellera al viento por una carretera/ Terminar con los ojos cerrados y el pelo seco por la tierra de la avenida/ Yo vivía en la casa naranja/ pero antes fue una rosada de tres pisos/ mi madre me llevó de un brazo/ No le importaron mis llantos/ ni dar mal la prueba en el colegio/ En la casa 1 vivía una física mucho más libre que yo/ en la casa 2 un tipo mucho menos libre que yo con una bóxer que usaba toallas higiénicas/ en la 3 mi amigo Pablo/ Que estaba enamorado de mí/ escuchaba mis horribles peroratas sobre astronomía/ Hablábamos por la ventana del baño/ él decía que se le había caído en mi patio una pelota de golf/ Su hermana se llamaba Elena/ era mejor que yo en todos los aspectos/ sabía cocinar/ era simpática/ obediente/ para hacer reír a la gente hablaba como protagonista de teleserie mexicana/ se murió de un día para otro/ atropellada por un doctor/ que no le prestó auxilio/ y llegó el vidrio roto/ con el auto en malas condiciones/ en el estacionamiento del hospital lo retuvieron/ y ella llegó ahí mismo para ser atendida/ Esa mañana se quebró un vidrio/ teníamos la costumbre con mi madre/ de cuando pasaba algo extraño hablar sobre las iniciales de las cosas/ Se quebró un espejo/ mi amiga se llamaba Elena Escobar/ El pelo lo tenía frisado/ Como en una peluquería barata/ Me enteré por casualidad/ me subí a una micro/ me bajé/ me subí a otra micro de vuelta/ mi madre salía de la ducha/ tenía la pintura corrida/ me dijo: te avisaron/ Yo abrí los ojos como platos/ me tuve que sentar tras la noticia/ Otra amiga/ que tenía la piel amarilla como Los Simpsons/ pero no de ictericia sino de leucemia/ murió en Madrid esperando un trasplante/ la única que no lloró fue su hermanastra/ que iba en el otro curso/ la odiaba/ porque su papá era un maldito/ Nosotras vivíamos en la casa 4/ mi mamá trabajaba en propiedades/ yo debía cuidar a mis hermanas/ eran buenas para quebrar vidrios/ En la casa 5 vivía la hermana de mi abuela/ se juntaban a conversar y tomar el té/ no recuerdo haberlas visto tan felices/ como esa tarde en que se hicieron la permanente y se perdieron/ vimos dos cabezas crespas pasar en un taxi de largo/ En la casa seis vivía un hombre que me invitaba al teatro/ yo le hablaba poco/ la casa siete estaba vacía/ en la ocho vendían disfraces/ había una niña bizca/ que me crispaba los nervios/.
Para mi cumpleaños número quince/ todos me regalaron rosas/ ramos/ flores sueltas/ me sentía como una miss/ odiaba Villa Alemana/ me parecía un pueblo desgraciado/ pero tenía que hacerlo amable/ nos cambiamos a otra casa/ una blanca con un gran patio/ hubo una guerra de humedad/ que hizo florecer callampas en las esquinas/ las calas estaban preciosas/ decían que antes hubo una clínica veterinaria/ tenía de vecino/ un compañero de colegio/ se llamaba Jorge/ era guapo pero tenía la boca muy grande/ me pedía los cuadernos/ era una excusa/ después salió con mi amiga/ y se acabó toda la historia. /Tenía unas amigas gemelas/ que tenían los dientes imposibles/ además eran canutas/ lo único bueno es que les gustaba caminar/ y así andábamos un kilómetro y medio de ida y de vuelta/ tenían un hermano con síndrome de down/ su madre tenía cara de cansada/ la mía de loca.
Duramos poco en esa casa/ la hermana de mi abuela se fue a Quilpué/ Una metrópolis comparada con Villa Alemana/ La casa era naranja/ quedaba en una esquina/ cayó la rueda de un camión en el techo/ veía una teleserie brasileña/ hubiese sido mi último culebrón/ de haber caído más abajo/ al lado había una verdulería/ El tipo se llamaba Igor/ lo último que tuvo fue una meningitis/ quedó en estado vegetal/ era amigo del Dj del Porsche/ que preguntaba insistentemente sobre mí/
Había nacido en Zambia/ hijo de padres exiliados/ era guapo/ pero tonto/ yo le tenía paciencia/ ese año me gradué del colegio / e invité a un argentino con el que me carteaba/ nos habíamos conocido en Reñaca/ bañándonos en el mar/ Lo fui a buscar al bus/ pensé que no había llegado/ se bajó un pajarraco moreno/ con mala cara/ me dijo : vos chévate la cajita/ eran doce litros de sidra y no sé cuántos dulces de leche/ tenía miedo de quebrarlos todos/ y cortarme las piernas/ él no hablaba nada/ ya me tenía aburrida/ en la fiesta no quería ni verlo/ al día siguiente escuché su voz/ a las ocho de la mañana/ ¿Qué le pasa a Natalia que no se levanta?/ ¿Qué está enferma?/ Tenía ganas de decirle: ándate hijo de puta de vuelta a tu país/ déjame dormir en paz/ Esa tarde mi madre salió/ y yo quería quedarme sola en la casa/ tuve que quedarme con él/ cuando volvieron/ nos obligó a fotografiarnos/ toda la familia/ Me pidió ir a dejarlo al terminal/ pero le dije que no/ él se subió a un taxi/ le dije que llamara cuando llegara a Mendoza/ él respondió: si no shamo es porque chocó el micro/ Nunca más supe de él.
Nunca me gustó la casa blanca/ la pieza me caía mal/ estuve a punto de enloquecer/ mirando a mi familia como en un teatro/ mis catitas tenían quince años y murieron/ con las cabecitas apoyadas en los baldes de agua/ años antes la pájara/ le hizo un hoyo en el cuello al pájaro/ de tanto picotearlo/ mi abuela lo tomaba/ con el paño de cocina/ le ponía Povidona/ o alcohol para según ella sanarlo/ La noche en que murió la última catita/ pió de una manera rara como diciendo/ ven a verme que estoy muriendo.
La casa estaba al lado de la línea del tren/ por la noche pasaban carros con metales pesados/ en esa recta murió un conocido/ caminando por la mitad con los audífonos puestos/ también un vagabundo famoso/ novias/ escolares/ la mujer joven que perdió el juicio hija de una dentista/ Yo soy nieta/ sobrina/ bisnieta de dentistas/ pero aun no he enloquecido/ subí a hacer una manda al cerro de las apariciones/ Karol Romanov era en verdad un niño/ utilizado por la dictadura/ tenía que comer tierra/ sufrir de dolores al cuello de tanto mirar el cielo/ esconder ostias en los calcetines/ ser tratado como un Dios/ o como un ídolo/ las viejas del círculo/ lo mantenían y cuidaban/ le compraban chelas de litro/ cuando ya era mujer/ y tenía problemas hepáticos/ tiempo después murió/ las viejas seguían juntándose.
En otra casa blanca/ que no era la mía/ se juntaban los neonazis/ una compañera llegaba con bototos/ de cordones blancos/ después con panfletos/ fui una vez engañada/ca uno de esos bautizos/ hombres morenos gritaron/ Heil Hitler/ mientras la guagua miraba/ con los ojos abiertos/ en medio de un círculo/ el horror tercermundista.