Mexicanos perdidos sin México. Rodrigo Perea

para mis mejores amigos

En aquel entonces me codeaba con la poesía chilena aunque a nadie en el mundo le importara qué era la poesía chilena, aunque a la poesía chilena no le importara quién era yo. En aquel entonces la poesía chilena quería únicamente pasarla bien conmigo aunque yo amaba a la poesía chilena. Me contaba algunas historias de cuando vivió en México. Me leí los poemas de Yaxkin Melchy, me leyó El sueño de Visnu y a Ernesto Cardenal.
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Nos conocimos por primera vez en un bar cerca de Providencia y Román Díaz. Hablamos de un crítico brillante y odioso de Tijuana que se había vuelto loco desde que estaba obsesionado con Juan Rulfo. Un crítico que había conseguido adivinar el futuro y las elecciones de México a costa de perder lo demás. Hablamos de una poeta de la CDMX que escribió sobre los muertos cuando nadie lo hacía, pero que después se había vuelto una pesada. Aunque era necesario alguien molestando cuando todos son tan bien portados
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Tomamos un Uber para llegar a un lugar donde Zurita estaba hablando en trance sobre la poesía cubana. Bebíamos whiskey. Me regalaron libros, vino y porro (aunque a veces yo robaba los libros y me acercaba para fumar porro). Otro poeta me contaba historias de recorrer la Ciudad de México de punta a punta caminando como Mario Santiago. Historias sobre ser ghostwriter en México. Sobre escribir una novela por encargo cuya anécdota trata de Peña Nieto y Javier Duarte. Mejor aún, una novela negra en la que Duarte es un asesino en serie que se viste de payaso o se trasviste para cometer sus crímenes. Hace frío en Santiago.
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Cociña se acerca para saludar a la poesía chilena, quien le entrega sus tres últimos libros. Él le dice “estás escribiendo tus memorias sin tener aún memorias”. ¿Para qué las memorias si al final lo sustancial queda de lado? Gestos sin ningún registro. El olvido permanece aunque intentemos grabar estas letras en las piedras. Permanece el habla ante la escritor. Olvidamos.
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Terminamos [no recuerdo cómo] fumando un porro en una galería de arte. Entre alucinaciones recuerdo ver un cuadro de Matta, otro de Cruz Diez. Por un brevísimo instante me siento  tentado pero recuerdo que solo soy un simple ladrón de libros. Tengo la sensación de estar hablando con varias versiones de mí mismo, unas más viejas, otras no tato.
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Nos vamos después a una sala de reuniones. Frente a mí hay dos o tres botellas de vodka. La poesía chilena fumó demasiado y ahora está en otro nivel. Le pregunto al ghostwriter sobre los poetas mexicanos que prefiere. No espero una respuesta. Le regalo el libro que tengo conmigo y leo: “háblame de las horas quer dimos / en qué pisada de talco frente al ortopedista / quién miró ningún pájaro en la ventana / cómo desapareció el silbido inconstante / entre las hojas de cuál lluvia”. La poesía chilena y yo nos quedamos solos. Hablo sobre el último libro que publicó pero me dice que no quiere platicar de eso. Nos quedamos mirando. Me pregunta y le respondo que soy bi. 
Llega el dueño de la galería de arte y fumamos el último porro. Salimos a la calle. Estamos en otro mundo. No sé si estamos en otro mundo o hacemos como que estamos en otro mundo. Nos abrazamos de nuevo o por primera vez. Le digo: yo soy tu <yo> de veinte años . Tu <yo> de veinte años viajaría más.
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Alguien nos marca por teléfono. No sé quién responde. No conozco la ciudad pero le doy todas las indicaciones al taxi para regresar a donde comenzamos. Entramos a una casa y nos saludamos con todes. La plática se repite entre presentaciones, disputas y chisme. Fumamos de nuevo. Después de tanto no estoy seguro de ser quien escribe o quien lee. 
Salimos de nuevo a la calle. El Uber nos deja en mitad de la nada en Vicuña Mackena. La poesía chilena huele bien. Me recuerda al desodorante que hace un año usaba. Nos miramos sin saber quién. Nos abrazamos. La poesía chilena y yo nos besamos. Nos besamos pero me detengo. Quién besa a quién. Dos narcisos en medio de la calle. Me despido. Empiezo a caminar. Me alejo y al día siguiente olvidamos todo.

+ Rodrigo Perea (Ciudad de México, 1997) Estudia Lcenciatura de Lengua y literaturas hispánicas en la UNAM. Actualmente realiza una investigación sobre poesía chilena reciente en Santiago y prepara su primer libro. Hace coleccionismo de ocasión en rodrigoperea.tumblr.com
+ Imagen: Rolando Cárdenas y Jorge Teillier