Sentimos la luz que parece cantar. Thomas Merton

Versiones de Ignacio Morales

CANCIÓN PARA NADIE

Una flor amarilla
(luz y espíritu)
canta por sí misma
para nadie.

Un espíritu dorado
(luz y vacío)
canta sin palabras
por sí mismo.

No dejes a nadie tocar este sol amable
en cuyo ojo oscuro
alguien está despierto.

(Ni luz, ni oro, ni nombre, ni color
ni pensamiento:
¡oh, vasto despertar!)

Un cielo dorado
canta por sí mismo
una canción para nadie.

 

 

OH DULCE CULTO IRRACIONAL

Viento, una codorniz
y el sol de la tarde

Por dejar de interrogar al sol
me he transformado en luz,

ave y viento

Mis hojas cantan

Yo soy tierra, tierra
todas estas cosas iluminadas
crecen desde mi corazón

Un alto, austero pino
erguido como la inicial
de mi primer nombre
cuando tuve uno

Cuando tuve un espíritu
cuando estuve en llamas
cuando este valle fue
hecho de aire fresco
tú pronunciaste mi nombre
al nombrar tu silencio:
¡oh dulce, culto irracional!

Yo soy tierra, tierra

el amor de mi corazón
estalla con heno y flores.
soy un lago de aire azul
en el que mi propio lugar
valle y campo
permanece reflejado

Yo soy tierra, tierra

más allá de mi corazón de hierba
se levanta la codorniz

Más allá de mis hierbas sin nombre
su ridículo culto

 

 

AMA EL INVIERNO CUANDO LA PLANTA DICE NADA

¡Oh pequeños bosques, sumisamente
tocan la nieve con las ramas bajas!
¡oh piedras cubiertas
escondan la casa de lo que crece!

Secretas
palabras vegetales,
agua iletrada,
cotidiano cero.

Reza concentrado
el árbol reclinado
esculpido en acero—
con el zenit enterrado

Fuego, retorna dentro
a tu débil fortaleza,
a un sólido espacio de infancia,
la casa de nada.

Oh paz, bendice este lugar demente:
silencio, ama este follaje.

Oh silencio, cero dorado
sol imperecedero

Ama el invierno cuando la planta dice nada

 

 

PARA MI HERMANO: PERDIDO EN ACCIÓN, 1943

Dulce hermano, si no duermo
mis ojos son flores para tu tumba;
y si no puedo comer mi pan,
mis ayunos vivirán como los sauces donde caíste.
Si en el calor no encuentro agua para mi sed,
mi sed se tornará manantiales para ti, pobre viajero.

¿Dónde, en qué desolado y humeante país,
yace tu pobre cuerpo, perdido y muerto?
¿En qué paisaje de desastre
ha perdido tu infeliz espíritu su camino?

Ven, en mi trabajo encuentra un reposo
y en mis penas apoya tu cabeza,
o mejor toma mi vida y mi sangre
y cómprate una mejor cama–
o toma mi aliento y mi muerte
y cómprate un mejor reposo.

Cuando todos los hombres de guerra hayan sido asesinados
y las banderas hayan caído en el polvo,
tu cruz y la mía aun les dirán a los hombres
Cristo murió en cada uno, por ambos de nosotros.

Porque en tus restos el Cristo de abril yace masacrado,
y llora en las ruinas de mi primavera:
el oro de sus lágrimas caerá
en tu débiles manos desoladas,
y te comprará el retorno a tu propia tierra:

El silencio de sus lágrimas caerá
como campanas sobre tu tumba extranjera.
escúchalas y ven: te llaman a casa.

 

 

TRAPENSES, TRABAJANDO

Ahora todas nuestras sierras cantan sonetos sagrados
en un mundo de madera
donde los robles explotan como fusiles, y caen como cataratas
vertiendo su rugido en el verde pozo del bosque.

Camina hacia nosotros, Jesús, a través del muro de árboles
y encuéntranos aún devotos en estas iglesias abiertas
cantando nuestro otro oficio con sierras y hachas
aún enseñando a tus niños en el bosque rumoroso,
y deja que un pequeño rayo de sol nos alcance, en nuestras sombras
mentales, y frondosos estudios.

Cuando el tiempo ha tornado el campo blanco de granos
y llenado nuestras regiones con el sol abrasador
camina hacia nosotros, a través del muro de trigo

Cuando nuestros dos tractores vengan a cortarlas:
propaga vientos leves sobre los acres de nuestro espíritu
y refresca las regiones donde nuestras plegarias son segadoras
y sacia nuestra sed, cielo, con tus ríos vivientes.

 

 

DESPUÉS DEL OFICIO NOCTURNO, ABADÍA DE GETSEMANÍ

Aun no llega el tiempo gris y helado
cuando los graneros enfrentan la noche como embarcaciones:
y no vemos a los hermanos, cargando linternas,
hundirse en la silenciosa niebla,
diversos como los espíritus que, con lámparas, son enviados
a buscar la Jerusalén de nuestra alma
hasta que nuestras casas estén en reposo
y nuestras mentes abracen la palabra, nuestro huésped.

Oraciones y cánticos anticipan
cada día las campanas que despiertan al sol,
pero ahora nuestro salmo terminó.
Nuestras almas apuradas superan el día:
Ahora, antes del amanecer, tienen su apogeo.
La verdad que transubstancia el cuerpo de la noche
ha tornado nuestras mentes en su tabernáculo:
abriendo el secreto ojo de la fe
y bebiendo estas profundidades de luz invisible.

Las débiles murallas
del mundo caen
y el cielo, en riadas, viene vertiéndose
hundiéndote desde tus orillas, alma, en la eternidad
y saciando tu asombro en el profundo lago manante.
Tocamos los rayos que no podemos ver,
sentimos la luz que parece cantar.

Vuelve a la cama, sol enrojecido, ya estás muy atrasado,
escóndete detrás del monte de los olivos—
para que como la luna voladora, quedes preso,
tras las ramas del enebro,
como en las jaulas de nuestra conciencia
la paloma de dios está aun prisionera:
ingobernable sol, vuelve a la cama.

Pero ahora las lanzas de la mañana
disparan todo su oro contra el campanario y la torre de agua.
Volviendo a las ventanas de nuestra profunda morada de paz,
emergiendo a las puertas de nuestra conciencia
encontramos a nuestras almas empapadas en gracia, como la chomba de Gedeón.

 

 

PAISAJE, PROFETA Y PERRO SALVAJE

Los árboles erguidos como figuras en un teatro.
Súbitamente entra el profeta, corriendo por su vida,
y el perros salvaje tras él.
Y ahora los perros salvajes lo tienen por el tobillo
y el hombre cae.

“¡Oh profeta, cuando caía la tarde nos dijiste:
hoy es el milenio,
la disolución del estado.
Los cielos, en sonrisas, se plegarán sobre el mundo,
disolviendo toda injusticia en los rigores de su amor ventoso.
Y durante toda la noche esperamos en los límites del desierto,
escuchando al perro salvaje, solo, en la montaña lejana,
mirando la blanca luna reír en la corriente!”

Los dos árboles erguidos como Maestros de Arte
observando al perro salvaje
clavar sus dientes en el hombro del profeta.

“Oh profeta, cuando era de noche tu viniste
y dijiste:
“¡Mañana es el milenio,
la edad dorada!
¡La raza humana despertará
y encontrará dólares creciendo de la palma de sus manos,
y el mundo entero morirá de fraternal amor
porque las fábricas se sacudirán como tambores
y los hornos se alimentarán a sí mismos,
y todos los hombres yacerán en relajo sobre los mullidos pastizales
sintonizando sus radios amistosas y soñando en el sol!”

“Pero cuando el día gris amaneció
¡qué llama resplandeció en las mandíbulas de los molinos vengativos!
Escuchamos el choque del infierno dentro de las puertas de la fábrica asediada
¡y miles murieron en los dientes de esos fuegos sarcásticos!”

“Y ahora los ríos están envenenados,
los cielos llueven sangre
y todos los manantiales son salobres con el sabor
de estas tus profecías.
Oh profeta, dinos llanamente, al fin:
¿Cuándo es el día de nuestro éxito?”

Pero no había respuesta en las mandíbulas muertas.
Y el aire estaba lleno de alas.
Los cuervos descendieron y se sentaron como senadores
en los brazos de los dos árboles.

En el borde de las tierras saladas
en el seco barro azul
el perro salvaje, con las garras rojas rasguñando el vacío,
enterrando la canilla sin carne del profeta.

 

 

EL CACTUS QUE FLORECE DE NOCHE

Conozco mi tiempo, oscuro, silencioso y breve
porque estoy presente e inadvertido solo por una noche.

Cuando amanece en los valles de metal me vuelvo serpiente.

Pese a que solo muestro mi verdadero ser en la oscuridad y ante ningún hombre
(por eso aparezco de día como serpiente)
no pertenezco ni a la noche ni al día.

Ni el sol ni la ciudad ven mi honda campana blanca
o conocen mi intemporal momento de vacío:
No hay respuesta a mi acto de generosidad.

Cuando vengo alzo mi súbita eucaristía
de la inconmensurable alegría de la tierra
limpio y total obedezco al cuerpo del mundo
soy intrincado y completo, no arte sino pasión forjada
excelente y profundo placer de aguas esenciales
santidad de forma y júbilo mineral:

Yo soy la extrema pureza de la sed virgen.

No exhibo mi verdad ni la oculto
mi inocencia es descrita tenuemente
solo por divino don
como una caverna blanca inexplicable.

Quien contempla mi pureza
no se atreve a hablar de ella.
Cuando abro de una vez por todas mi impecable campana
nadie cuestiona mi silencio:
el pájaro omnisciente de la noche despega de mi boca.

¿Los has visto? Entonces aunque mi júbilo termina rápidamente
vivirás para siempre en su eco:
nunca serás el mismo

 

 

UN SALMO

Cuando los salmos me sorprenden con su música
y las antífonas se transforman en ron
el espíritu canta: abandona el fondo de mi alma

y desde el centro de mi celda, Amor, estruendoso
como el trueno
abre un cielo de aire desnudo.

Nuevos ojos despiertan.
Envío el nombre alado del amor al mundo
y las canciones crecen a mi alrededor como una jungla.
Coros de todas las criaturas cantan las melodías
tu espíritu toca en el Edén.
Cebras, antílopes y aves del paraíso
destellan en el rostro del abismo
y me emborracho con la gran vida silvestre
del sexto día del génesis.

Pero el sonido nunca es tan justo
como cuando la música se disuelve en el aire
y el universo muere de excelencia.

Sol, luna, estrellas
caen de sus torres celestiales.
el júbilo no camina más bajo las tristes orillas del mundo

Aunque el fuego descansa, la luz aún flota en el aire del golfo,
todo teme otro viento, otro trueno:
entonces una voz más
extingue todos los fulgores de un soplo.

Y yo avanzo con no más vino ni más estrellas
ni más brotes ni más edén
ni más animales ni más océano:

Mientras dios canta solo en los acres de la noche
y las murallas que guardan el paraíso se derrumban.

 

 

LA SIEMBRA DE SENTIDOS

¡Mira las altas aves! Es su canción
la que vuela entre la luz del bosque
hiriendo al que escucha con tan brillantes dardos
o cantan en silencios giratorios
definiendo en un cielo perfecto
los límites de (aquí abajo) de nuestra solitud,

¿Dónde la primavera ha generado luces del verde
para resplandecer en las nubes sobre las ramas sombrías?

Pozos repletos de cielo y quietud
¿qué verano pesado canta aun dormido
bajo los juncos castaños en tus orillas?

¡Más de una estación nacerá aquí, natura,
en tu mundo de espejos preñados!
El aire silencioso espera una nota,
una luz, un rayo y será la primavera angelical:
un destello, una mirada sobre el pozo resplandeciente, y entonces
¡Asperges me! ¡Dulce naturaleza, y contempla!
¡Estamos redimidos!

Flor, como una grano de fuego
ardiendo en el corazón de cada esencia viviente
dios planta su indivisible poder—
entierra su pensamiento tan vasto para el mundo
en semillas y raíces y hojas y flores,

hasta, en la maravillosa luz de abril,
sobrecargar el religioso silencio de la primavera,
la creación encuentra la presión de su secreto eterno
demasiado terrible para ser soportado.

Entonces en cada dirección que miras, ¡observa! Rocas y árboles
pastizales y montes y corrientes y aves y firmamento
y nuestras almas resplandeciendo en nuestro interior, y lavándonos
con luz,
mientras el campo salvaje, desconocido, no visitado
por los hombres,
resiste fardos de limpio, transformador fuego.

Y entonces, oh entonces la imagen escrita, enseñada en
sacrificio,
la profunda y unitaria trinidad impresa en nuestro ser,
disparada por la silaba brillante de la intuición,
se vuelve al interior,
y planta esa luz allá abajo en el corazón
de las tinieblas y el olvido,
se sumerge, y descubre la flama.

 

+ Thomas Merton (1915-1968) fue un escritor y sacerdote estadounidense. Fue monje trapense en la Abadía de Getsemaní en Kentucky. Dentro de su vasta obra literaria, de más de setenta libros, incursionó en los géneros epistolar, autobiográfico, poético, ensayístico y de crónicas.
Ignacio Morales (Santiago, 1986), poeta y traductor. Ha publicado Volvo (Libros Tadeys, 2017) y las antologías de poesía escolar Miraré el sol y me quemaré con gusto (2015) y Ven a bailar contra el oleaje, ven a gozar la fácil destrucción del cisne, 14 poetas del Apocalipsis (2016), por el sello Épica social americana.