- Mi mamá se embarazó de mí a los 24 años. Diez años después algunos conocidos le seguían preguntando si había nacido su hijo (no hija). Se había convertido en la eterna embarazada.
- Cuando me contó eso pensé en La metamorfosis, de Kafka, o La transformación, como he visto que se llama ahora. Al despertar mi mamá una mañana, tras un sueño intranquilo, se encontró en su cama convertida en una embarazada. Eso imaginé.
- No tengo hijos ni he estado embarazada. Pero no creo que la transformación que ocurre en el cuerpo y el mundo de una mujer embarazada, la experiencia de esa transformación, sea tan distinta a la de Gregorio Samsa. ¿Qué me pasa? ¿Volveré a ser yo misma?
- Un embarazo es un impedimento, dificultad obstáculo; dice el diccionario. Y también es el estado en que se encuentra una mujer gestante. Es, o si se prefiere, significa.
- Tras la muerte de su padre, mi mamá, con dieciocho años, se hizo cargo de la casa que era ahora de su madre. De la casa, de su madre y de su hermano de diez años. Hizo un curso de secretariado, encontró trabajo y estaba orgullosa de haber devuelto algún orden al hogar. Todavía irradia orgullo cuando lo cuenta.
- Mi mamá era o estaba soltera cuando se embarazó; a mi papá que no es mi progenitor lo conoció cuando yo tenía tres años. Cuando nací eran ella, mi abuela y mi tío al que nunca le he dicho tío porque es como un hermano grande, dieciséis años mayor.
- “Pero todo en torno estaba silencioso, y eso que, con toda seguridad, la casa no estaba vacía. ‘¡Qué vida más tranquila parece llevar mi familia!’, pensó Gregorio. Y mientras sus miradas se clavaban en la sombra, se sintió orgulloso de haber podido proporcionar a sus padres y hermana tan sosegada existencia, en un marco tan lindo. Con pavor pensó enseguida que aquella tranquilidad, aquel bienestar y aquella alegría tocaban a su término…”.
- Lo que se llama embarazo es la gestación de lo que será un humano, eso que ocurre entre la concepción y el parto. 288 días, aproximadamente, o cuarenta semanas. Cuando paren, las mujeres se mejoran; así se decía antes. O sea, estaban enfermas. Enfermas de un ser humano.
- “Pero esto, además de ser muy penoso, infundiría sospechas, pues Gregorio, en los cinco años que llevaba empleado, no había estado enfermo ni una sola vez. Sin duda vendría el patrón con el médico del seguro. Se desataría en reproches (…) con respecto a la holgazanería del hijo y cortaría todas las objeciones alegando el dictamen del médico, para quien todos los hombres están siempre sanos y sólo padecen de horror al trabajo”.
- Mi mamá tuvo depresión posparto; fueron dos o tres meses. Lloraba, no podía dormir, estaba ansiosa, sentía que el mundo se le venía encima, se enojaba, no tenía hambre. Dicen que eso es normal, hasta cierto punto. Pero es problemático cuando tienes problemas para relacionarte con tu guagua, pierdes interés o no disfrutas lo que antes disfrutabas, te sientes inútil, culpable, piensas mucho en la muerte o el suicidio y hasta en dañarte y dañar a la guagua. Cuando me lo contó yo tenía veintitantos; lloró mucho y me pidió perdón. Yo también lloré y le dije que no era su culpa.
- En La metamorfosis o La transformación la familia de Gregorio vuelve a la tranquilidad cuando él muere. “Luego salieron los tres juntos, cosa que no había ocurrido hacía meses, y tomaron el tranvía para ir a respirar el aire libre de las afueras”.
+Imagen: The Young Mother, Philip Guston, 1944.