Vi Peaky Blinders; ya no aguantaba ver en Instagram fotos de escenas con Thomas Shelby como protagonista. Sentí intriga; la curiosidad mató al gato. Y vi Peaky Blinders; al menos tres temporadas. “En la cuarta se pone buena” me dijeron por ahí. “Mmmm, sospechoso”, pensé yo. Creo que lo único que podría rescatar de la serie, además de la música, es el personaje de la duquesa rusa y el placer estético de una escena en particular. Ella toma una pistola, saca todas las balas menos una; apunta a su cabeza y dispara.
The deer hunter (1978), dirigida por Michael Cimino, ganó el Óscar a mejor película y mejor director. Con un reparto que incluía a actores norteamericanos como Meryl Streep, John Savage, Christopher Walken, John Cazale y Robert De Niro, se consagró como una joyita. Las temáticas que construyen el relato son variadas: Vietnam, cazar ciervos, una boda y juegos de ruleta rusa. Todo esto se recrea bajo las lógicas de la tortura (guerra) y la borrachera (amistad).
Torturas y borracheras conforman un mismo campo semántico. La pistola, en su calidad de arma, pasa a ser el objeto predilecto de los personajes/amigos que van a la guerra (Michael, Steven y Nick). Tanto los vietnamitas como los soldados gringos se jactan de ella; apuntan, amenazan, disparan. Incluso juegan; a modo de ruleta rusa, apuestan sobre la única bala asesina que contiene el arma.
La película está separada en tres capítulos. Número tres, número sagrado. Madre, padre e hijo. Los enamorados y el amante, en el tarot de Marsella. Dar tres vueltas antes de tomar una decisión. La tercera es la vencida. El pasado, el presente y el futuro.
Michael, interpretado por Robert De Niro, apunta con una pistola su cabeza para iniciar el juego con el que pasaban el tiempo los soldados vietnamitas. Esta escena, parece ser un recordatorio de la escena que dos años antes vimos en Taxi Driver (1976), donde Travis con un gesto de mano, simula una pistola que también apunta su cabeza.
Otro caso es el de Nick, interpretado por Christopher Walken. Este soldado norteamericano, luego de vivir ser rehén y torturado de guerra, no pudo superar el trauma de someterse a la ruleta rusa vietnamita. La carta de la muerte, quedó adherida como imagen de única realidad posible; una y otra vez, apuntará en su cabeza para apostar sobre el futuro de su vida. Nick ya no será un hombre, sino un zombie de posguerra.
La pistola, entonces, como elemento narrativo une pasado, presente y futuro. Si vemos un arma, pasa por delante de nuestros ojos una totalidad temporal de imágenes que componen toda una vida. Incluso, somos capaces de adelantarnos en el tiempo y ver el único momento que solo se ve de golpe: nuestra muerte.
Hombres que apuntan pistolas, como quien cae enamorado, es lo que se ve en forma de espiral en The deer hunter.
+ Katherine Hoch (Santiago, 1991). Estudió Letras y Ciencias del Lenguaje. Ha participado del taller Poetizar y pensar de Nadia Prado (2017) y del taller Ensayo literario de Matias Rivas (2018). Actualmente es editora del colectivo Pantógrafas, que indaga sobre la figura femenina en el cine.