Piedra Negra de Fiorella Angelini es un trabajo compuesto por imágenes de diferentes periodos y lugares de Chile, impresas en papel fotográfico y en aluminio, un conjunto de instalaciones de diferentes materiales recopilados.
Texto: Cristián Silva.
El hecho de que las fotografías sean convertidas al formato analogico les aporta una textura diversa, nostálgica y granulada. Aquellas que han sido reveladas sobre aluminio adoptan un brillo especial que guarda una relación con los materiales que se han utilizado en las piezas instaladas. Piezas que han sido creadas mediante dos tipos de materiales: los naturales y los industriales.
Esta muestra consta de dos exposiciones presentadas en espacios diversos simultáneamente. La primera parte será mostrada en el CCESantiago (hasta el sábado 7 de julio) mientras que la segunda se exhibirá en el Museo Casa Colorada. Ambas con montajes a sala completa, similares pero no idénticos.
NO ES LO MISMO (PERO TAMPOCO ES MUY DIFERENTE)
El trabajo de Fiorella Angelini emerge básicamente de la constante pugna y reconciliación entre dos fuerzas elementales de intensidad equivalente: por un lado, lo que podríamos llamar una severa disposición analítica hacia su entorno, y por otro, la relación sentimental y sensible con el mismo.
En tiempos actuales, en que lo “espectacular”, lo estridente y lo explícitamente vistoso han secuestrado a las artes visuales, la obra de Angelini nos propone un cierto grado de opacidad, calma y quietud, incluso de ternura intimista; un punto de partida mínimo, un espacio de contención y resguardo para las delicadas cargas poéticas y las delicadas cargas psicológicas de la imagen.
Con la austeridad y discreción de una flâneur espiritual, pero desde la complejidad del desplazamiento de los asuntos más elementales de la práctica del grabado (incisiones, surcos, rebabas, calces y descalces, reservas, dobles espejeados, serialización, etc), y del lenguaje de la fotografía tradicional (enfoques y desenfoques, sub y sobreexposiciones, re-encuadres, barridos, inversiones de escala, etc, y sus consiguientes aberraciones, efectos residuales, declinaciones y deterioros), Fiorella Angelini explora los patios traseros de la imagen, examina las escorias de la imagen, indaga en las imágenes que todavía no saben que son imágenes, como también en las que sí lo saben.
Resultan clave en esta obra los conflictos entre distancia y proximidad. Específicamente respecto de la fotografía, cobran suma relevancia las negociaciones entre la “imagen foto” y el “objeto foto”; es decir, la puesta en tensión de los límites entre presentación y representación, o entre producción y reproducción.
En un incesante vaivén entre naturaleza y cultura, entre presente y pasado, el trabajo de Fiorella Angelini constituye una sutil invitación a sumergirnos en la memoria y a detenernos en la contemplación de los vestigios, los desechos, las “naditas”, las menudencias aparentemente insignificantes que, por fuerza del hábito, tendemos a ignorar en nuestros contextos urbanos y rurales, tanto públicos como privados.
En su trabajo se dan cita la dimensión afectiva de diversos parajes-paisajes y objetos encontrados (la melancolía, la nostalgia, el abandono, la soledad y el despojo), y la intersección de todo aquello con la coyuntura contemporánea de la territorialidad: es así como en la obra de Angelini la presencia de un paisaje -real o imaginario- puede estar sugiriendo o refiriéndose indistinta y simultáneamente a asuntos científicos, sociales, geográficos o autobiográficos.
El arte de Fiorella Angelini es el de las correspondencias y las coincidencias. También es el arte de los intersticios, de los in-between; los sutiles intervalos de silencio y energía que aparecen justo entre la inhalación y la exhalación. Si fuese auditivo, su misterioso trabajo sería como la oscilación/vibración sonora generada al pulsar dos notas ligeramente diferentes, fenómeno que en psicoacústica es conocido como batimiento.
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