Se anunció que va el plebiscito, el domingo 26 de abril de 2020. Nadie celebra.
¿Qué vamos a hacer, entonces, sin siquiera el placer de constituir, de cambiar de verdad la base política (con profundidad y responsabilidad)? Sin duda la mejor gente de Chile podría hacerla, ya hay bastante avanzado; la Asamblea tiene que ser ciudadana primero y política después. Esta crisis es, obvio y esencialmente, de legitimidad política, de inmediato institucional y constitucional. Como hace cincuenta años, cuando ganó Allende, entra con fuerza el pueblo unido, con la fe de que jamás será vencido. Ya basta de abusos, no más desigualdad: la misma queja. Ahora no tenemos un presidente que nos hable sino un enfermo terminal, y entre el Congreso y los pacos no hay mucha ilusión. Sin el placer de constituir, el abismo.
No quiero que me acusen más de violentista por apoyar la marcha ni de ilusa por esperar que termine sin milicos. Se puede hacer de muchas maneras (Irlanda o Ecuador, aquí un buen artículo). Se puede y va pasando el tiempo para decidir cómo.
En mi desesperación un día imaginé una marcha multitudinaria con hijos, a ver si se atreven a disparar y a negar el imperativo popular de la Constitución. Onda defenderse con el débil para que no maten más, no golpeen más, no repriman más, y digamos por qué queremos cambiar esto. Ir a la marcha por los niños, porque de ellos depende la felicidad de Chile, como se dijo allendistamente. Imposible: con ese nivel de represión jamás.
Sería una legítima defensa para empezar por cambiar el lenguaje, la pequeña familia chilena, el pueblo. ¿Cómo sigue el poder débil? Que no es, precisamente, débil.
Las mujeres impusieron el violador eres tú y hubo algo de placer en las miles de voces: el Estado opresor es un macho violador. Se repitió en todo el mundo (literalmente). Acusado sin posibilidad de negarlo más. Y en Chile lo niegan y lo niegan, o lo empatan como si fuera una guerra: en este caso, su guerra desde que asumieron el gobierno en el Wallmapu y quisieron expandir más brutalmente con las evasiones al metro, juveniles primero y masivas después. Paz para Chile, se dice con ignorancia y cinismo, como si la violencia no fuera constitutiva.
Cuando el Estado, que lleva el gobierno, es opresor es una bestia y estamos perdidos. El Estado tiene que contener la violencia, debe garantizar que funcione la sociedad, el país, mediante el gobierno que lo conduce. Tan ilegítimo se ha vuelto este que está obligado a apoyar el proceso de la Constitución. Todos debemos apoyar la Constitución. ¿La cosa es cómo? ¿Me van a decir que no hay ingenieros y letrados para estipularlo de una vez de la forma más democrática y representativa posible? Si los delegados de partidos en mesa técnica no sirvieron, que Fernando Atria et al se encarguen y lo sacan en diez días hábiles: con cuotas, democrático, inclusivo, etc. ¿Quién le tiene miedo al pueblo? No más.
Esto es más que lumpen ratero, más que primera línea, más que gente de blanco o de amarillo, o de negro, más que políticos ineptos y pueblo con sus redentores, más que fachos enloquecidos y minas en la dura. Es una posibilidad enorme que no podemos perder.
No es abolir la historia es cambiarla, o tratar, otra vez, como hace 50 años. No da más el robo y la injusticia. El agua, los bosques, las costas, los mares, las montañas y todos los recursos. El cobre: secundario. El Wallmapu y Atacama, las islas, las regiones, las actividades, la gente. Los derechos sociales, las libertades. Las ganancias de los ricos y la sujeción de los pobres. El triunfo descarado del capital sobre el trabajo. Con esta Constitución hay un sistema mezquino que no funciona, porque unos pocos dueños mandan todo, así de simple.
En el oasis de la impunidad es mucho pedir, incluso, que dejen de disparar. Saben quiénes son. Sería burgués decir por favor, para hacerlo disfrutable: dejarnos elegir, dejarnos pensar.
Hay que enterrar a los muertos, si no penarán y penarán. Penan.
Una roca con un centro de fuego donde se acaba el agua y todos quieren ganar mucho. ¿Para qué? Domina un estrecho grupo de estrecho mundo y estrecha mente, a un descampado enorme y precario, en valles y valles que siempre quieren poseer.
No, somos más que eso, somos el pueblo y podemos, debemos hacer algo, constituir. Que no es matarnos y odiarnos y cerrar las puertas otra vez.
Imagen: El Austral de Temuco
M.Fuentealba (Santiago 1973) es editora de Saposcat.