Cómo matar el tedio. En las pestañas amontonadas del navegador, busco alguna técnica para lograr aplastar esta sensación enorme con la que desperté.
Pienso que a las mujeres nos pega más fuerte la intensidad de la emoción. Esta vez, el tedio. Porque aun cuando quiera por todo medio deshacerme de esto –una masa que transita por el torso-, se hace imposible.
Incluso cuando como.
Abro el refrigerador, veo lo que hay y de pronto el tedio me pega un mazazo en la cabeza.
Estos días me recuerdan Punctum. Como si viviese atrapada adentro de ese libro y, en un remolino de tedio aburridísimo que nunca me deja salir, choco de frente con los versos
“……………El viento silba / en una damajuana vacía. Por la ventana, un / relámpago dibuja el / ideograma en el cielo / y saca radiografías de la noche. Llueve. / Este es un hecho impuesto / sobre el paisaje por el peso de las nubes. / Afuera, todas las cosas están mojadas.”
Un relámpago enorme dibujando un secreto ideograma en el cielo. Y si uno se pasa la vida parado en medio de la cocina tratando de vislumbrar el ideograma preciso que el rayo dibuja en el mapa. Y qué caso tiene detenerse en este tema tantos minutos.
Miro las aplicaciones de mi celular. Nada. No doy con el tono para mantener alguna conversación mínimamente interesante. Entiendo que tiene que mutar a otra cosa. Me arrodillo para pedirlo: en la noche vienen amigos. Necesitaré poner una gran sonrisa, contar grandes historias entusiastas, ir de aquí allá y reírme de cada chiste que cuenten.
Me pregunto cómo sería la vida si uno dejara de aparentar. Probablemente una llanura vacía y quemada por nosotros mismos. Es el único motivo que me aleja de la idea de llamar y cancelar todos los planes.
¡Tanto tiempo sin vernos, queridos amigos!