Paula Cucurella
Esta entrevista tuvo lugar entre Búfalo, París y El Paso, TX, entre 30 de abril y 10 de septiembre de 2018.
Paula Cucurella: ¿Por qué escribiste El Can de Kant?
David Johnson: De verdad, fue algo un poco al azar. Un día, no recuerdo cuando exactamente, tal vez en el 2005, Christopher, mi hijo, me preguntó por qué no escribía un libro sobre Borges, pues al parecer hablaba mucho de Borges y había publicado varias cosas sobre él también. El comienzo fue más o menos así, pero sucedió que en el proceso mismo de re-escribir los textos que ya había publicado, me di cuenta que lo que yo quería decir no tenía tanto que ver con Borges—no soy experto en Borges—sino con la filosofía y, tal vez—y repito, solo tal vez—, con la literatura.
Escribiendo este libro me vi fascinado con el problema de la imaginación en Hume y en Kant. Me empeciné en mostrar que la imaginación complica la distinción entre lo empírico y lo transcendental, entre sujeto y objeto, entre lo sensible y lo inteligible, etc.
También me sedujo la idea de escribir algo sobre literatura y filosofía que fuese fiel a las dos disciplinas, pero que a la vez pondría en tela de juicio a ambas. Esto fue, en parte, lo que quise indicar en la introducción a El Can de Kant, esto es, que un trabajo interdisciplinario tiene que poner en tela de juicio a todas las disciplinas con las que entra en relación. Así la literatura debería poner a la filosofía en crisis y la filosofía debería hacer lo mismo con la literatura. No obstante, la una no puede existir sin la otra, a causa de la estructura del lenguaje mismo —el que no es simplemente el medio común de las dos disciplinas: filosofía y literatura. El lenguaje inevitablemente abre o inscribe la relación entre lo transcendental y lo empírico, entre la universalidad y la singularidad, entre la necesidad y la accidentalidad. Yo quería intentar explicar eso sin subordinar la literatura a otras disciplinas (como la antropología, los estudios culturales, la filosofía, la historia, la psicología, la sociología, etc.). Quería mostrar cómo la literatura (en tanto tal, si acaso se puede decir algo así) responde al mundo.
PC: Tu itinerario desde Antropology’s Wake, pasando por El can de Kant, y volviendo a ser interrogado en Violence and Naming: On Mexico and the Promise of Literature (Texas 2019), podría ser tal vez sintetizado en dos gestos: por una parte mostrar y referirte a lo que la literatura no-es (antropología, por ejemplo), y por otra establecer dos niveles a partir de los cuales se puede hablar de literatura: un nivel “más fundamental” (tal vez trascendental o no-empírico) y otro nivel “empírico”. En cierta medida pareciera ser importante a tu método de trabajo mostrar, o tal vez enseñar a “leer” la expresión de la literatura “fundamental” (o “trascendental”) en la literatura empírica.
DJ: A mi parecer, todo depende de “leer la literatura como literatura”. Yo diría que toda la literatura reside o se encuentra en el “como”. No es simplemente, entonces, que cualquier cosa, cualquier frase, sacada de cualquier discurso o texto, etc., pueda ser literatura, o pueda devenir literatura, sino que la literatura misma se hace literatura por medio del “como”. Lo que significa que siempre es solo como si hubiera literatura, y esto determina que leer la literatura como literatura es imposible. Es imposible no leer la literatura como algo “más” o “menos”—como algo otro—que la literatura, pero, al mismo tiempo, cualquier texto, o evento, puede ser leído como literatura. Leer—comprender, aprender, entender, percibir, intuir—todas estas operaciones dependen del como, de lo que Husserl llamó un ‘syncategorema’. Un sincategorema es una palabra que tiene una función más sintáctica que semántica. Es una palabra que no tiene un sentido propio o completo, sino que genera sentido por medio de su ubicación sintáctica.
Creo que en esta estructura, la del x como x, se hace legible la violencia constitutiva del mundo, no solo la violencia en el mundo, sino la violencia que abre y cierra el mundo, que hace tanto posible como imposible el mundo. Si hay mundo, es por el efecto del como, es decir, por el efecto de una virtualización—y por eso de una violencia—constitutiva, irreductible, etc. El hecho de que ‘haya’ algo, que algo se presente como tal, implica esta síntesis del como: x como x.
PC: En qué medida la formulación de la lógica del como en la proposición “x como x” no es una modificación del principio de identidad “x es x” que remplaza la copula “es” por el “como”, el presente por la posibilidad (que nunca está en el presente).
DJ: Es una buena pregunta, importante, creo. Es cierto, uno podría decir que la estructura “x como x” es otra forma del principio de la identidad, “x es x”. O sea, parecen (casi, tal vez) equivalentes, pero en ese “casi” reside toda la diferencia. En cierto sentido, uno podría decir que el “es”—el ser—en su función de copula es un quasi sincategorema. Es decir, en su función de copula, “ser” no parece tener en sí ningún sentido. La diferencia entre el “es” (que todo el mundo reconoce como la privilegiada tercera persona del verbo ser) y el “como” es que el “es” en la frase “x es x” indica o instancia una esencia, el ser mismo de la cosa repetida. Para la filosofía, cada substantivo se basa o se funda en la frase “x es x” o “yo soy yo” o “soy el que soy” (como diría Dios). Y es esa base o fondo lo que provee la garantía de todo lo que hay, de toda verdad, etc. Es la seguridad misma de la mera posibilidad del sentido y, por ende, del mundo, por lo menos en el sentido que Heidegger da al mundo como la totalidad de referencias y eso implicaría entonces, la totalidad del sentido. Es esta garantía del sentido lo que está en juego tanto en Aristóteles como en Kant cuando los dos fundan la posibilidad del sentido—y del pensamiento—en el principio de identidad. Entonces, ¿qué pasa cuándo uno piensa no en “x es x” sino en “x como x”? El “como”, el cual no indica la esencia (el ser) sino el simulacro, de-estabiliza (rinde estable y precaria) la identidad del x. El “x” deviene—en su mera existencia, en su mero “ser”—incierto, inseguro, un simulacro. O sea, ficción, no en el sentido de algo “made up”, inventado por alguien (una identidad imaginaria, una ficción de tal o tal sujeto). Si no, más bien una ficción en un sentido más fuerte. En esta lógica del “x como x” el x tiene lugar como una invención en el sentido de un evento, una invención impredecible, insólita, inesperada, algo que no puede “ser” aprendido o comprendido dentro de la lógica o del horizonte del ser. A final de cuentas, yo diría que al contrario de la proposición “x es x”–que fundamenta la identidad y con ella el sentido, como si fuese una unidad inviolable y única, la frase “x como x” articula la identidad basándola en la homonimia. Para mí, la literatura instancia esta homonimia irreductible, lo que significa que la literatura es otro nombre para la estructura “x como x”.
Y, por lo tanto, nunca se puede decir qué es la literatura.
Al contrario, solo podemos hablar de ella como si hubiese literatura.