¿Por qué no a los chinos?. Josefina González

El mismo día que aprendí a mover las orejas, visité por última vez al Manuel. Después dejamos de vernos no sé por qué. Pienso a veces que porque su mamá hablaba siempre de los chinos como si fueran el gran problema del mundo y eso me molestaba. Hablaba mucho en general. También una vez me dijo literalmente que estaba en la flor de la vida y no tenía quién la polinizara, eso me hizo sentir muy incómoda.

Llegué ese día y me encontré con que se les había inundado el baño por una cañería que se había vencido. Un montón de cosas se habían estropeado, principalmente la alfombra. Secamos juntos el piso y lo que podía secarse. A mí el Manuel me parecía un hámster que se pasaba la vida planeando escapar de su jaula, o sea de la casa materna o más bien de la figura materna en su totalidad.

Mi mamá vomita por todo. Una vez una cajera del banco le dijo que el cheque que estaba cobrando tenía retención de dos días. Y mi mamá vomitó. Ahí en el banco, a las una de la tarde.

Hijo y madre vivían, creo que aún viven, cerca del Costanera Center y tenían un gran palto en el patio que había crecido chueco y que cuando atardecía y uno lo miraba a contraluz parecía una serpiente oriental gigante atacando al edificio. También tenían un perro, el Pirata, que ambos decían que era un Terrier Tibetano pero evidentemente era un quiltro chileno que a lo más podría haber sido una imitación de la imitación. Ese día, cuando estábamos casi por terminar de secar el desastre, empezó a temblar. Fue muy fuerte pero solo duró un par de segundos. La vecina salió gritando a la calle y la mamá de Manuel, que se llama Carmen, hizo lo mismo y entre las dos armaron un escándalo absolutamente innecesario.

¡Concha de su madre, país culiao, me tiene enferma! ¡No podemos vivir tranquilos! ¿Por qué a nosotros? ¿Por qué? ¿Por qué no a los chinos?

Cuando tenía 7 años, pusieron el primer restaurant chino en Temuco, el Kim Long. Fuimos con mi familia y pedimos mucha comida, pero ni yo ni mis hermanas comimos mucho porque la encontramos rara, así que Papá Gonzalez y Mamá Oyarce comieron más de la cuenta. Contaron al día siguiente que ambos habían soñado que unos dragones rojos los perseguían por toda la Araucanía.

Carmen Madre De Manuel hablaba muchísimo y una vez me dijo estas cinco cosas mientras tomábamos once:

1. ¿Viste que el Pirata anda con un parche en el ojito? O sea, un parche donde no hay ojito. Por eso le pusimos así. Además tiene una pata de palo el pobre. A veces cuando sale a la calle los otros perros le quitan la pata. Llega cojeando y ahí hay que hacerle otra pata. Las hace Manuel. Es tan habilidoso para el tallado que a veces le hace diseños de huesitos a las patitas. Una vez hizo una hermosa, era como de príncipe antiguo, con dibujos de gatos muertos, pero se la quitó uno de los perros del peladero y no la pudimos recuperar.

2. Cuando se caen las paltas del árbol el Pirata va y se las come antes que podamos recogerlas. Más encima se enferma de la guata porque a los perros les hacen mal las paltas, así que si lo pillas comiéndose una se la tienes que quitar como sea, además están carísimas en todos lados.

3. ¿Sabías que hay un tipo de rana que come hasta que explota? Es espantoso, no puede parar. En internet está lleno de videos de chinos que las graban y les dan comida hasta que revientan en cámara. A veces me lloran los ojos sin estar llorando de puro pensar en eso. Yo jamás comería ranas, soy muy supersticiosa. ¿Sabías que no se deben tener relaciones sexuales los martes 13 porque nacen trillizos? También es verdad que el día en que uno se casa hay que ponerse primero el zapato derecho.

4. Cerca de la Plaza de Armas todos hacen sopa con las palomas, pero las palomas no son tan sucias como la gente dice. Nosotros no comemos palomas, pero si comiéramos yo no tendría ningún problema en reconocerlo porque cuando se hierven se matan todos los bichos y tienen el mismo sabor que el pollo. En el fondo son lo mismo. No es como comerse un perro o una serpiente.

5. El otro día comí salsa de soya sin querer y después soñé que había un terremoto en Chile igual de grande que el de Valdivia en el 60. Los muebles temblaban. Las cosas se caían de sus estantes. Las pelotas de fútbol que tiene guardadas el Manuel salían de los cajones y rebotaban en el patio, aplastando el cajón de tomates que la vecina me trajo del campo. Los tomates desangrándose me miraban, tenían caras de chinos. La tierra se los tragaba.

 

+ Josefina González (Santiago, 1983). Se ha dedicado a distintas áreas de la producción creativa: música, pintura, ilustración y actuación tanto en cine como en teatro. El año 2017 lanzó su disco No Todo Se Trata Del Amor Pero Casi Todo (Infinito Audio). Ha publicado los fanzines de humor “Mundo Absurdo” #1 y #2, además del libro Cómo cuidar de un pato (Overol, 2018).