Versiones de Juan Manuel Silva Barandica
Parágrafos aislados en febrero, año de la rata
Al este del pueblo, el campo se tersa y suaviza
con melindres hacia la marea y el ronco Atlántico.
Un amor de paisaje, un arrepentimiento real, encontré
siempre unido, siempre alejado
fuera de nosotros, aun nosotros mismos.
Renuncia, es difícil de aprender, es ahora nuestro éxtasis.
Aunque, si Dios anduviera por aquí,
Se tragaría nuestros suspiros en su nada.
La borras del absoluto se cuelan lento en mi sangre,
muertas ramas descienden tras fuertes vientos, pasto muerto y
matorral
la cierta acumulación de todo aquello no revelado
se alza como nieve en mis básicos lugares,
a cruz batida y boca abierta.
Nuestras vidas no pueden ser vividas en llamas.
Nuestras vidas no pueden ser iluminadas como corazones de santos,
quemadas entre el cielo y la tierra.
Febrero, viejo volteador de cabezas, corta de nosotros alguna flacidez, partícula de hueso
sobre el hueso, tan melancólica música.
Levanta esa lejana esquina del paisaje,
ahí, hacia el oeste.
Deja algo de esa profunda luz entrar, del tipo arterial.
Parágrafos aislados en abril, año de la rata
Solo los muertos pueden nacer de nuevo, y no mucho más.
Desearía ser un topo en la tierra,
ojos que ven en la oscuridad.
Atento, sin un objeto de atención
infeliz, sin un objeto de infelicidad
el deseo en su forma más alta
la oración de un perro, disminución
si fuéramos a caminar por cien años, nunca habríamos dado
un paso hacia el cielo
debes esperar para ser recolectado.
Dos cardenales, dos coágulos sanguíneos,
elenco perdido en el frío, arterias invisibles del aire.
Si ellas llegan a parar, el cielo parará.
El regalo de la aflicción, pensaba Simone Weil
el mundo se hace más abundante en la luz más severa.
Abril, vieja cortesana, estilista de los meses, humedece nuestras bocas.
Lo denso y lo húmedo y lo frío y oscuro se reúnen aquí.
El alma es aire, y nos mantiene.
Diálogo básico
La transformación de los objetos en espacio,
o de los objetos en tiempo,
hacia los objetos exteriores, de cualquier manera, pero táctiles, todavía precisos…
Siempre el mismo problema—
nada más abstracto, más irreal
que aquello que vemos realmente.
El trabajo está en hacerlo de otro modo.
Dos muertos arbustos de mirto,
pétalos de tulipán extendidos y cortados de cuajo,
idas todas las flores de los árboles florecidos — la nueva pérdida
no es como la antigua pérdida
la muerte invernal, una revelación jubilosa, una cosa artificial
conectada y alzada por la pura descripción dentro de otro mundo.
Autolvido, información sagrada, el empujón de Dios
pienso que mearé alrededor del limonero, espinas
afiladas como diente de ángel.
Pienso
que me echaré en los dientes de león, las púrpuras y blancas violetas.
pienso que me quedaré echado ahí, un ojo arrebatado hacia el cielo.
Abril come de mis dedos,
picoteo de cerezo, mordisco de pino.
Ahora es tiempo, Señor.
Las sílabas se dispersan sobre el pasto nuevo, en busca de sus palabras.
Esos pequeños armagedones,
más allá de las aguas del desmembramiento.
Me rindo.
Respuesta a Wang Wei
El sueño de una vida recluida, una estricta y esencial soledad
es el sueño de un ermitaño más joven.
Jueves, cinco días para el invierno, una fría y firme lluvia.
Pelo blanco, blanco corazón. El tiempo sobre nosotros sin escape
al este de las hojas del loto.
Sin escape, dijiste, y una fría y firme lluvia.
De hecho.
Todos los que caminan junto al río, todas esas despedidas.
Los sauces se recogen al marrón a través de la avenida Locust,
las montañas son heladas y azules
y compañeras de viaje.
Te doy la paz, dijiste, libertad de diez mil materias.
Y pregunté de nuevo ¿la fama solo llega a los ancianos?
A los pies de las sureñas montañas, blancas nubes pasan sin
fin
escribiste alguna vez esto en un verso.
ellas siguen haciéndolo, y siguen sin fin.
Esto es. Solo quería dejarte saber que no ha cambiado, sin afuera
ni fin,
y la fama solo llega a los ancianos, y de manera justificada,
la lluvia se vuelve lentamente nieve y ahora se devuelve a la lluvia.
En todas partes en todas partes, escribiste, algo está cayendo,
la niebla vespertina no tiene lugar de descanso.
El tiempo que perdemos perdiendo el tiempo
todavía, me siento con calma,
la mente barre en su secreta oscuridad,
aunque no haya monje de monte alguno que venga a llamar.