He buscado ansiosa durante años la respuesta al misterio del siglo XXI. Diría segura que el asunto empieza por las manos, por la ansiedad que mis manos sienten al sostener un teléfono. Como si de pronto hubiese llegado la extensión de mi cuerpo: mi celular. Aún cuando suene exagerado, la sensación de tranquilidad empieza a subir al desbloquear el aparato y ver aparecer Instagram. La gran aplicación.
Su cualidad suprema reside en el hecho de que el lenguaje ha sido suprimido. Hace unos días escuché a una pariente preguntarse cómo iba evolucionando el lenguaje y cómo quizás en unos años la comunicación quizás estaría dada por imágenes, por pensamientos. En parte Instagram ha inaugurado el inicio de una nueva forma de comunicarnos. Acá ya no tenemos que leer al aburrido poeta con sus largos posteos sobre el escritor de moda, derramando generoso su cultura sobre todos nosotros. El demiurgo poeta dentro de la aplicación está en silencio.
Y en ese silencio se escucha retumbar la gran pregunta del siglo XXI: ¿dónde está el comilón de Instagram? Frente al personaje que cada uno de nosotros ha decido armar –visualmente, como un puzle- dónde estará este particular e increíble individuo, que crea una experiencia real, dejando la preciada decadencia de lado, pero que tampoco se pierde en la vanidad.
Una amiga se acerca algo. Dentro de sus historia he podido ver pizzas de peperonni, mendocinos, tortas, paellas carentes de vanidad, y aún así apetecibles. Sin embargo, su vida se mezcla con otras líneas narrativas que son más potentes que ésta.
La otra persona que conozco, ha decidido hacernos ver platos de pollo con papas mayo, unas chuletas, botellas de pisco con coca-cola. El punto de inflexión está en que sus fotos son carentes de cualquier suerte de amor por el acto de comer. La comida siempre se ve extremadamente decadente. Además de otra línea narrativa donde aparece haciendo ejercicios con balones de gas, bastante más peculiar y exitosa, en cualquier caso.
Entonces hay un personaje que todavía no encuentro. Hay una pregunta aún sin responder. Y más que nada, hay una excelente idea. Quizás todos los misterios de todos los siglos queden para siempre sin respuesta. Las grandes preguntas de la filosofía en las zonas oscuras de la razón. El comilón de Instagram multiforme e inexistente.
+ Victoria Donoso (1992), es Licenciada en Letras de la Universidad Diego Portales. Actualmente trabaja en el Departamento de Extensión Cultural de la Biblioteca Nacional de Chile.
+ Imagen: Monty Python
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