El tiempo en las pastillas. Juan Rodríguez M.

¿Necesitamos creer en algo? Eso dicen. Dicen que preferimos creer en nada antes que no creer. Hay gente que cree en Dios, por ejemplo. La voz de una canción que he estado oyendo de nuevo —“Believe”, de The Chemical Brothers— dice que necesita creer en algo, y también que tu creas en algo; creer algo. Creer. Eso dice, al ritmo sincopado (¿así se llama?), machacón, electrónico (Big beat, según Wikipedia), propio de estos hermanos químicos. Al oírla, la imagen que se me viene es esta: gente en una discoteque, bailando, cada una en lo suyo, ¿enajenados?, ¿ensimismados?, no sé, tal vez alegres, seguramente alegres, o entretenidos, repitiendo que necesitan creer en algo.

En los años de universidad, allí por los lejanos inicios del siglo, tenía dos compañeros a los que bautizamos como los Chemical Brothers. Porque les gustaba tomar pastillas, alprazolam y esas cosas, que uno de ellos le sacaba a su mamá psiquiatra (“querí un alpra”, te decían). A este se le murió el papá en un accidente, cuando esquiaba (recuerdo lo raro que me sonaba no solo morir esquiando, sino que el papá de alguien esquiara; en realidad, que cualquiera esquiara). Supongo que esa muerte aumentó el consumo de pastillas de mi compañero. Durante un año o algo así lo dejamos de ver, no iba a clases. Cuando reapareció casi no hablaba, tenía la piel sequísima, la mirada fija, muy abierta; las pupilas, no sé, iba a escribir sin vida, vacías, pero también eran penetrantes. También tenía una herida en la frente, porque se había pegado con un poste que se le apareció en el camino.

En The Matrix, la película de las hermanas Wachowski (¡más hermanos!), Neo debe elegir entre una pastilla roja y una azul. Con la azul podrá permanecer en la realidad virtual, aparente, incluso placentera, generada por la matriz; con la roja, en cambio, será liberado y conocerá el mundo real, el desierto de lo real. Neo elige la pastilla roja, elige la verdad, rechaza el placer. O eso parece. Sin embargo, ese rizador de rizos que es Zizek dice: «Así que la elección no es tan simple. ¿Qué le ofrece exactamente Neo a la humanidad al final de la película? No un despertar directo al “desierto de lo real”, sino la posibilidad de flotar libremente entre la multitud de universos virtuales: en lugar de ser simplemente esclavizados por Matrix, uno puede liberarse aprendiendo a cambiar las leyes de nuestro universo y así volar o violar las leyes de la física. La elección no es entre la verdad y una ilusión placentera, sino entre dos formas de ilusión. […] Neo ofrece a la humanidad la experiencia del universo como patio de recreo en el que jugar una multitud de juegos, pasando libremente de uno a otro, modificando las reglas que fijan nuestra experiencia de la realidad».

¿Será cierto que la música electrónica se baila empastillado o en ácido o lo que sea, botella de agua en mano? Busco en Google qué se siente estar en ácido y leo, en pijamasurf.com, que quien está en ácido es un “psiconauta” (!) y que: «a nivel perceptual, el imaginario psicodélico asocia el LSD a una vibración u ondulación que atraviesa los objetos del mundo físico y del mundo imaginario permitiendo que las (ilusorias) fronteras entre ambos dominios colapsen durante las horas que duran los efectos de la sustancia sobre el cuerpo». ¿O sea que Neo tomó ácido y nos ofrece ácido?

La voz de The Chemical Brothers no solo quiere creer en algo, quiere que tú creas en algo; ¿hay un intento de comunidad ahí? Me muevo entremedio, ¿puedes sentirme entremedio?, dice también la voz. ¿En ácido?, ¿empastillada? No sé. Dicen, sí, que además de la azul y la roja, hay una tercera pastilla. Pero no recuerdo qué hace. ¿Preferimos creer en nada antes que no creer? ¿Creer en la alegría, por ejemplo? ¿Por qué no en la angustia? En las pastillas, quizás mejor el vino y la cerveza. O la música… Y la música, sin la cual la vida sería un error, según dijera Nietzsche. ¿En qué creía mi compañero? ¿Qué hace ahora? ¿Cómo vive? ¿Vive? Igual el tiempo suena, pasa, vuelve, idéntico y diferente; y bailamos: pum, pum, pum, pum… Here we go!